Curicosas es el espacio creativo del poeta popular, cantor, payador, gestor cultural, comunicador Miguel Ramírez, El curicano.
Aca encontrará parte de su obra creativa, en versos a lo poeta, decimas, cuentos, relatos, crónicas y otras yerbas de la imaginación.

El Tique

El Tique

(Cuento de pájaros – por El Curicano)

Con las alas abiertas cual ave migratoria y suspendido en el placentero espacio del cielo y  con la brisa suave y fresca rozando sus mejillas. El Tique parece disfrutar de aquel placer sublime; el mismo que, según él, deben sentir los pájaros al volar en las alturas.

Ese era su pensamiento, mientras flotaba en el espacio cual Cernícalo,  mirando desde lo alto, suspendido por segundo fabulosos con sus alas levantadas por sobre su liviano cuerpo que le permitían flotar, como flota el bote en el mar; como flotan las nubes en otoño libre de amarras y de miedos. Por instantes se suspende en el aire, sin más apoyo que el equilibrio de su cuerpo, no necesita aletear como la torcaza que debe hacerlo con rapidez y fuerza para arrastrar su pesado plumaje;  o como el colibrí que debe aletear diez veces por segundo para mantener su pico pegado a la flor y robarle el dulzor de su néctar.  Sin duda era un Cernícalo, pues su aleteo le permiten detenerse en el espacio y tiempo y  luego planear, volar, viajar, Soñar.  Allí estaba cumpliendo el  sueño de volar, como se cumplen  los sueños imposibles…..

El Tique, desde pequeño fue un soñador, en su imaginación se anidaban un montón de ideas extrañas, fantásticas; “voladuras” para sus compañeros de escuela; “peladuras de cables”, para sus amigos del club deportivo. En ocasiones se pasaba horas y horas con la vista pérdida en el horizonte y  solamente cambiaba la orientación de su mirada,  para admirar el desplazamiento de los pájaros y su aerodinámica.

  Llevaba de una forma casi esquizofrénica anotadas la cantidad de aleteos por minuto de todas las aves ya conocidas, ordenadas prolijamente, con lujos y detalles en una libreta colocada en el bolsillo de su pantalón.  Allí entre otros apuntaba con su particular descripción a:

  El tordo, la diuca, el chercán, el tiuque, el queltehue, la codorniz, la perdiz, el peuco, el jote, el águila, el cóndor, el come tocino, el 7 colores, la chirigua, etc. etc.

  En su infancia y juventud, El Tique vivió en un campo cercano, a  las afueras de la ciudad, junto a su abuelo  Alfredo; gracias a él también, conoció los nombres de aquellos seres tan fantásticos para su joven imaginación, fue una vida llena de descubrimientos y de nuevos pájaros. 

En el huerto, conoció el vuelo rasante de la perdiz,  el vuelo hiperquinético de las golondrinas, que jamás se posaban en lugar alguno, la búsqueda amenazante del Peuco y de cómo las gallinas entre “cacareos” y carreras de alerta, se escabullen hacia los matorrales, al percibir la sombra de su cazador. Conoció tambien en los potreros cercanos, el vuelo bullicioso y agresivo de los “treiles”, o queltehues,  que con sendos espolones en sus  alas, atacaban a hombres y animales en épocas de crías. 

Fue allí  en casa de sus abuelos que también recibió el sobrenombre de “Tique”, al tratar de pronunciar el primer nombre de pájaro en el génesis de su corta vida. 

En esa ocasión, siendo otoño vísperas de las primeras lluvias, se había quedado pegado en la ventana de la cocina, mirando a aquel ave de enormes  garras  y pico arqueado, parado en la higuera, emitiendo; según la abuela, los sonidos de la lluvia que se aproximaba.

 !“Tiuque!”,  le decía la abuela. 

“!Tique!”, respondía él cómicamente; mientras el abuelo lanzaba una carcajada con cada repetición de su nieto soñador. 

Jamás pudo pronunciar ese nombre correctamente, por mucho que su abuela intentara ayudarlo, inventando canciones , donde el coro que repetía una y otra vez, siempre era el mismo;

 “!Tiuque, Tiuque, anunciando la lluvia, está el Tiuque!”.

Definitivamente, jamás pudo pronunciarlo correctamente, estaba destinado, incluso a escribir su nombre en la libreta de los pájaros, como la nombraba su abuelo, donde a continuación del Búho, aparecía la descripción de aquel ave de la lluvia:

“El Tique:

  _Ave poco amistosa, Cazador diurno, ave de carroña, _ garra fuertes, pico aguileño, color marrón jaspeado, _ graznidos que llaman la lluvia, vuelo rápido y ágil, _ alas grandes.

Alimento preferido: 

_ Gorriones  muertos, _lauchas, _lombrices, y ”cuncunas”;  

Vuelo normal 102 aleteos por minuto.

Vuelo rápido  277 aleteos por minuto. 

Así describe al Tiuque, en aquella hoja amarillenta de su libreta, la misma que encontré extrañamente enredada en una rama de mi huerto de almendros y muchas de sus hojas esparcidas  tres días después, y que me llevaron a averiguar y a conocer la historia del Tique…..

Alejandro del Carmen Bernal Bernal, era el verdadero nombre de,  El Tique, que creció en un ambiente saludable y de mucho cariño proporcionado por sus abuelos postizos. De los verdaderos abuelos y de su madre, jamás sabría hasta mucho tiempo después, cuando por casualidad en un paseo con el club deportivo hacia la localidad de Paine,  conoció a “El Rosillo”, personaje del lugar y que era el asme reir del pueblo, por su estado etílico permanente producido por las bondades de la zona. 

Supo también por los lugareños, que el nombre de “El Rosillo”, se le había puesto por las locas carreras que emprendía cual caballo desbocado, estando en “las tomateras” habituales y repitiendo sin cesar:

! Pongale al Rosillo cauros..!, !es una carta segura mierda..!

Luego como en estado de trance, continuaba con un parloteo incansable acerca de caballos, yeguas, potrillos, potros y potrones; ingleses, chilenos, árabes, percherones alemanes, corraleros, de tiro, de carga, etc. 

Donde hubiera una actividad con estos nobles animales, allí estaba “El Rosillo” y siempre en su estado calamitoso de curahuilla insigne de Paine y sus alrededores.  Se le veía en el rodeo, en las domaduras, en  las carreras a la chilena, en las siembras, en las cosechas, en la fiesta de cuasimodo y en las presentaciones del grupo ecuestre de carabineros de chile.

Conocidas son las historias de que cada mes de septiembre, víspera de fiestas patrias, se le veía caminar sagradamente desde Paine a la elipse del parque O’higgins,  para ver la pasada de los caballos de carabineros y del ejército; en esas ocasiones quedaba como idiotizado viendo aquellos esbeltos y marciales “Esquinos”, como tan graciosamente pronunciaba, según él, para hacerle honor a la investiduras de tan gallardos animales. 

Luego de aquellas travesías, comentaba por meses de aquella experiencia marcial de corceles alineados, altos y esbeltos guiados por soldados en monturas de cuero relucientes y de estribos y espuelas brillantes como la plata. 

Aquel alcohólico indigente resultó ser su abuelo materno. Supo también que su madre había partido al norte desde muy joven, donde consiguió un muy buen trabajo cerca de un campamento minero y cada año venía a verlo envuelta en un abrigo de terciopelo azul, zapatos de charol y perfume italiano; entonces,  lo bañaba, le cortaba el pelo y lo  afeitaba, produciendo una transformación casi novelística de aquella escoria humana y  dejándolo perfumado y vestido de terno y corbata azules como su abrigo. 

Una semana exacta  duraba la visita de aquella hija, lo mismo que duraba el perfume, el terno impecable y el estado de ser humano “normal”, de El Rosillo;  desde el 7º día, cuál afirmación divina, el vicio, la mala alimentación y el abandono,  abrazaban a aquel pobre infeliz, y no lo soltaban hasta la próxima visita de su hija. 

El Tique, solo atinó  a escuchar las historias de aquel hombre de ojos brillosos, ligeramente desviados, quizás por golpizas o caídas producto de la embriaguez permanente. 

El alcohol a esa altura de la vida, era el alimento que mantenía respirando en este mundo a aquel ser humano de nariz y cara inflamada y enrojecida por el exceso de bebida, y su estado general deplorable, junto a sus ropas andrajosas y sucias por manchas de vino, comida y vómitos. 

Sin duda, El Tique era un hombre de mucha suerte.

Efectivamente, El Tique en su juventud, fue reconocido futbolista, participando en el club deportivo del lugar, y al cual ingresó por iniciativa de su abuelo postizo; fanático por el fútbol, hasta el día en que la falta de insulina en su cuerpo, le dijo “Final del partido”.  

Probó su juego en todos los puestos de la cancha, pero en ninguno resultaba, salvo en el de centro delantero o “lauchero”; el cual le quedaba  como anillo al dedo, pues su rechazo era impresionante;  se levantaba por sobre los más espigados y bravos defensas y permanecía en el aire por segundos preciosos que le permitían cabecear fácilmente todo centro, todo córner o tiro libre que hubiera a favor de su equipo, siendo prenda segura de goles y de triunfos.  Con el tiempo su estilo se perfeccionó a niveles insuperables, llegando a ser el goleador del campeonato local por varias temporadas. 

En cierta ocasión por lesión del único arquero de la serie, el equipo completo apelando a su buen salto,  puso sus ojos en él y fue así que tomó el lugar de “guardameta”, en aquel importante partido de definición. 

Como era de suponerse fue garantía también en el arco, saltaba mucho más que los delanteros rivales y apañaba el balón con sus manos como “garras de Tiuque”, salía a cortar los tiros de esquina, los centros con una gran naturalidad y facilidad; hasta que llegó el momento que le quitó la posibilidad de ser un gran portero y ser relegado exclusivamente a ser el “lauchero” del equipo.

En ese entonces, corría el último cuarto de hora de aquella definición; con cada atajada del Tique, la muchedumbre gritaba vivas y hurras, con algarabía, se escuchaban gritos desde los distintos rincones de la cancha.

¡Grande Cóndor volador…!!, ¡ Fabuloso Halcón de la montaña!!, buena, ¡Viva.!!.

No faltó el cántico de las féminas del pueblo que se reunían cada domingo en la cancha so-pretexto de encontrar un buen “partido”, entre aquellos jóvenes y ganosos futbolistas de pueblo y cada cierto tiempo la concertada barra, repetía en coro:

“!tenemos un arquero 

que es una maravilla,  

ataja las pelotas

sentado en una silla!”.

A lo que El Tique respondía, agazapado escupiendo repetidamente las manos a la espera de otro ataque enemigo;

¡Déjenme como El Tique, nomas… no necesito plumas para volar.!

Fue entonces que a minutos de alcanzar la gloria para su equipo y coronarlo campeón de una nueva temporada, una bandada de enormes aves blancas como la nieve de patas largas y huesudas, cruzó el cielo sobre la cancha de fútbol y allí se quedó El Tique, al medio de los tres palos con la vista fija en aquellas bellezas que sincronizadamente aleteaban con rumbo al rió,  y proveniente de quizás qué rincón o quebrada  de la cordillera.  

Era una imagen de fantasía, tal vez sacadas de algún  cuento, de aquellos que su abuela le leía en las noches de invierno; eran albinas, blancas, casi transparentes, igual que Luchín, el hijo albino de doña Clara,  que solo salía de noche, pues según los comentarios, de sus abuelos,  la luz del sol les impedía ver el día. 

Fue un minuto exacto el que permaneció con la vista clavada en aquellas damas blancas, registrando en su memoria todos los detalles posibles y los 90 aleteos exactos que dieron antes de perderse detrás de los enormes encinos del callejón. 

Entre tanto la muchedumbre, gritaba en forma cada vez más aireada..:

¡Cuidado con el centro!, 

¡Sale a cortar! hueon,  

¡Despierta jeton!, 

“!despabilaté!” ……

Muchos de sus compañeros gritaron al unísono, en aquel instante fatal;

¡…Pajaron  conchetumare……!!

En efecto, estando en un nuevo transe de pájaros; un delantero del equipo rival había logrado una carga por el costado derecho de la cancha y envió un centro a boca de jarro que sin resistencia alguna de defensas y menos del Tique, el puntero izquierdo del Unión Esperanza, con gran facilidad, había clavado un certero remate en un ángulo del arco defendido,  por el,  hasta ese  instante del partido, el “mejor arquero del mundo”.

El Tique nunca escuchó los gritos de peligro, ni las recriminaciones de sus compañeros;  mientras estuvo en aquel estado hipnótico producido por aquel nuevo estilo de aves, blancas y raquíticas como modelos de televisión; solo pudo ser traído a la tierra por unos de sus compañeros, que tomando el balón incrustado en la red de su propio arco, lo arrojó con furia al rostro del pobre infeliz; este al volver en sí y percatarse de tal descalabro, solo atinó a sentarse en el piso y colocar la cabeza entre sus manos y apoyarse en sus rodillas, sintiéndose el centro de burlas e insultos. 

Permaneció allí por horas, mientras todo el pueblo lo apuntaba con el dedo, incluyendo a aquella barra de fans que en ese momento terrible le daba la espalda. 

Aquella semana  fue interminable, llena de  humillaciones por  parte de sus compañeros de equipo y las burlas de otros habitantes del pueblo, se hicieron latentes cuando supieron de su lamentable “pajaroneo”, en aquel fatal partido.

Pero aquellas experiencias y otras más lamentables aún,  no apartaron  al Tique de su atracción y casi veneración por los pájaros; su libreta se llenaba cada vez más con nuevas especies, al listado se le sumaban:

Las cuculíes, Torcazas, Mirlos, Picaflores, Gorriones, Tencas, Loicas, Zorzales, Lechuzas, Gaviotas, Pelicanos, tordos, Buitres, Pitios,  Patos de ríos, Pidenes, Taguas, y ahora garzas, entre otros tantos.

Fue en el verano del año siguiente que conoció a Paloma, hermosa niña rubia, venida de la ciudad, su piel casi albina como las garzas del río, y  que llegó de vacaciones al pueblo; quizás su nombre de ave y sus ojos verdes y el pelo rubio con un mechón en forma de codorniz;  fueron los que embrujaron el corazón del Tique. 

En los dos meses de aquel verano, no hubo nuevos pájaros, ni anotaciones de vuelos y aleteos, solo existía una ave que llenaba la atención de Alejandro del Carmen Bernal Bernal,   Paloma.

Paloma era hermosa, como una diosa de cuentos; según la descripción que anotó en un lugar muy especial de su libreta de pájaros.  Y donde iba Paloma con sus familiares, allí estaba El Tique a la distancia, mirándola y suspirando con cada gesto y cada movimiento que ella realizaba. 

Siempre trató de llamar la  atención de aquella hermosa niña tan distinta a las que conocía, tan delicada y angelical y con ese aroma suave y deliciosos, propio de las niñas de ciudad, donde todo es limpio; donde no hay barro en las calles; donde las ropas no se ensucian; donde las zapatos no se rompen en la planta por tanto uso;  donde las casas tiene ante-jardines con pasto suave como alfombras. 

Buscó todas las formas posibles para acercarse a su paloma idolatrada; le enviaba “razones” con sus primas, saludos, flores, tréboles de 4 hojas, versos, dibujos de pájaros, pero nada. 

Un domingo mientras juntaba moras junto a sus tías camino del pueblo, tomó valor y con el pecho latiendo a doscientos aleteos por minuto, bajó de su bicicleta,  se acercó al grupo y con voz temblorosa dijo.

¡Las mejores moras están camino al río, ahí, son  grandes y dulces especiales para la mermelada.!!., además hay muchos pájaros hermosos que se pueden divisar

Todos se volvieron a él y le agradecieron, pero los ojos que él quería ver no lo miraron, más bien bajaron la mirada al suelo y sonrieron de forma burlona y cómplice,

al tiempo que decía:

!Me encantan los pájaros, pero como tú los dibujas…!

Así se inició un  romance lleno de cantos e  historias de pájaros,  y en cada  verano se reencontraban y disfrutaban de casi dos meses de romance pajarístico. 

El  tiempo y la necesidad de estar cerca de su paloma, un día lo hicieron emigrar a la ciudad; había logrado conquistar a aquella hermosa paloma y estar cerca de ella, desde entonces no se apartaría de ella hasta la muerte,  como lo hacen las cuculíes…………….

El Tique se adaptó a la nueva vida de ciudad,  algo que no le agradaba del todo, porque allí no se veían las migraciones de aves, o de las tórtolas volando al atardecer para refugiarse cerca de los cerros. Pero estaba su paloma, única ave que aleteaba en su corazón y lo mantenía vivo.

Una atardecer Alejando del Carmen Bernal Bernal, en su trabajo de conserje de un edificio de departamentos, reflexionaba: 

Que hermoso sería volar como pájaro, planear, soñar.  Desde acá arriba,  las gentes, los vehículos y los árboles, se ven pequeños, como cientos de hormigas recorriendo un laberinto, solo emiten un bullicio como enjambre de abejas. 

Al mirar más allá de la ciudad, se dio cuenta que aún quedaban vestigios de los campos cercanos, en otros lugares chimeneas humeando y más lejos aún, una plantación de almendros.

Era la ocasión de cumplir el sueño de volar, quería ser un pájaro, y sin duda hoy se sentía uno de ellos con sus brazos abiertos en aquella azotea. 

Fue un minuto exacto lo que tardó el vuelo libre de, El Tique, con sus ojos cerrados.

Bastaron solo dos aleteos para alzar el vuelo, planear y sentir, como los pájaros sienten la brisa en su plumaje y la sensación de libertad.  Junto con él,  la libreta de pájaros de hojas ya sueltas y amarillentas, se dispersaron por el aire en todas direcciones como golondrinas hiperquinéticas. 

Horas antes de aquel vuelo de pájaro; paloma su pájara amada, su cuculí compañera de toda la vida, había demostrado no estar a la altura del  amor de pajaros fieles y eternos y no tuvo miramiento al meter a otro palomo en el nido de amor, Aquel que había construido en sus sueños de pájaro amante.

FIN

La Diana

La Diana

(Cuento sobre hombres dementes y perros cuerdos – por El Curicano)

 Pasaba por avenida Vergara, sin grandes apuros mirando las curiosidades de la vida que de vez en cuando se dejan ver y que si aguzamos la visión y los sentidos, están allí en los mismos cristales de tu anteojos!.  Las hay por montones y pueden ser chocantes, pintorescas, ridículas, estúpidas, graciosas, impactantes, deprimentes, etc. Son un sin número de formas con que la vida se manifiesta en este rincón del mundo.

Mientras trato de cruzar hacia la heladería Riquelme, Un manada de perros vagos y otros no tanto, me rodean y me atropellan, debiendo esquivarlos con pericia para no caer sobre las babas diseminadas en el pavimento calcinante de los adoquines y que gotea profusamente de aquellos hocicos extenuados por el trajín, el calor y las ansias de copular, o  quedar enganchado o “pega’o” como exclamaba un poco más tarde el Loco Harry con sus ojos brillosos y sonrisa idiotizada. Este simple acto de apareamiento, es un arte, donde la estrategia, la pericia, valentía y persistencia son la fórmula para alcanzar el éxito.  Seres que sin el mayor raciocinio solo buscan perpetuar la especie y sus , por lo general, miserables existencias.  

La típica “lea” como  la llamamos en el sur;  son jaurías de 10 o más quiltros  que con sus lenguas expuestas después de quizás cuadras y cuadras de ida y vuelta, tratando de atrapar la presa que el instinto canino les depara.  Son de distinto tamaño y mezclas de razas, principalmente “Quilterry”, como dice  Don Bernardino, insigne cronista de hechos comunes, que obviamente tendría su propia opinión de estos acontecimientos tantas veces vistos, principalmente en la ciudades atiborradas de seres humanos, palomas,  vehículos y por su puesto quiltros. 

Algunos llegaron a la vida debajo del esqueleto de un viejo camión abandonado, o debajo en un escaño de la plaza o en un rincón de la bencinera. 

La concubina, hembra o víctima, es la Diana; la pobre y desnutrida perrita del Quiosco de la plaza, que ha entrado en celo, obviamente por un proceso natural; proceso que de ser por ella  lo evitaría o ocultaría como lo hacen los humanos, evitando ser vista, o en este caso olfateada a 100 metros a la redonda, o simplemente se escondería quizás en el laberinto del recién inaugurado Centro comercial Arauco y así escapar de aquel acoso tan “animal” que no respeta tránsito, condición climática, no sabe de rubor ni de apariencias,  ni del qué dirán, solo es, existe, está ahí, en nuestras narices. 

Mientras la “orgía canina” continuaba hacia la plaza, ingreso a la heladería pidiendo uno con sabor a piña. estaba cancelando aquel refrescante y dulce cubo de hielo cuando escucho una voz que me dice,

  ¡Hola Tío!, se acuerda de mí.  y prosigue, ¿se va a tomar un helado?.

Allí estaba el Loco Harry, parado frente a mí con sus ojos siempre brillosos, por los medicamentos, el neopreno o quizás el alcohol, con su sonrisa idiotizada que dejan ver su descuidada y lamentable dentadura, negra y con  piezas faltantes; un poco de saliva se escurre por la comisura de sus labios, quizás por el hambre, la sed o simplemente por su demencia juvenil, que lo afecta hace algunos años; la misma por la que sufre la constante y solapada discriminación y el abandono a su suerte,  igual que aquellos quiltros de la avenida Vergara.

Hola Harry, ¿Cómo te va?, le respondo.

¡Bien Tío!, dice con prontitud y con un efusivo abrazo, que suele regalar cuando se siente apreciado o simplemente cuando quiere conseguir una moneda o en este caso,  un helado. 

¡Tío!, ¿me regala un helado?.

De vuelta a la calle camino junto al Loco Harry, que “languetear” con ansias una gran bola de crema sobre un cono marrón de su enorme barquillo.

El Loco Harry, a pesar de representar 30, es un joven de no más de 19 años cronológicos,  moreno, delgado, de no más de 1,60 de altura, sus ropas sucias delatan el abandono e indigencia; las crisis de angustia y alucinaciones, llevaron a que los siquiatras de Avenida La Paz, lo medicáran en forma permanente.  Con esas pastillas hacen que se vea en un constante sopor y aletargamiento o en estado de “Pichicate’o”, como dice mi amigo Gerardo; este estado aumenta y hacen más llamativa su desnutrición y falta de aseo personal. 

Al Loco Harry no se le sabe nombre real,  ni paradero conocido, no se sabe de parientes, menos padres o hermanos, solo está allí, en la calle, en los locales, en el centro de cultura, en el cuartel de bomberos, en la bencinera, en la posta de urgencia, su vida permanece allí, por donde todos pasan, allí donde transeúntes le regalan monedas, allí donde muchas veces recibió risotadas de burla y más de alguna vez patadas en el culo o “charchazos”,  de gente “Normal” que por simple gusto,  descargan su ira y muchas veces su impotencia y cobardía con personas indefensas.

Cierto día so-pretexto de  pagar 2 mil pesos, el imbécil mal nacido de la bencinera; no puede haber un adjetivo mejor para un ser humano de tal calaña, Indujo al Loco Harry a tragarse 3 canicas o bolitas de cristal y un ají sobrante de su colación; otro bombero alzó la apuesta al doble, si agregaba a este coctel, un trago de petróleo negro y mal oliente, de una de las islas del servi-centro.  El pobre loco con tal de ganarse aquellas monedas, entre gritos de vivas y risotadas burlonas,  con cada sorbo de petróleo tragó una a una las canicas y el ají picante.

Definitivamente hubo que abrir la escuálida barriga del loco Harry, porque una de las canicas extrañamente se había partido en pedazos y se habían incrustado en distintos lugares del  intestino delgado; el petróleo por su parte y el ají picante al extremo, habían hecho el resto y aquel dolor quemante,  terminaron por desmayar al pobre loco y dejarlo inconsciente por 3 días, los mismos que lo médicos tardaron en eliminar completamente los rastros de cristal, de petróleo y ají, del malogrado intestino de aquel pobre infeliz.

El Loco Harry, nunca hizo daño a persona alguna, siempre fue pacífico y huía prontamente de los enfrentamientos y jamás hizo frente a los ataques de borrachos, “patos malos” o de personas “normales”. Aquellos que descargan la brutalidad contra un pobre diablo.

Entre sus locuras más notorias,  estaban cantar a grito pelado como aquel cantante tropical,  y decir con una clara intención de entretener su frase célebre; “Aaaaanémico”,  frase que causaba hilaridad, al tiempo que  abría su desabotonada camisa grasienta y mostraba su huesudo pecho lampiño; o también pintarse de payaso prolijamente con pasta de zapatos y crema chantilly alrededor de su boca para imitar a aquellos pintorescos artistas de circo pobre. 

Bueno como es de imaginar la crema poco duraba en su cara, pues con cada risotada y grito, se langueteaba cual quiltro recién comido, saboreando el dulzor de aquella crema. o bailar cuecas estrambóticamente, en los eventos culturales que en aquella plaza eran comunes en el pueblo. 

Al ritmo de aquella música el loco Harry, como en un trance, bailaba y bailaba sin parar, canción tras canción inventando coreografías, igual como el músico de jazz improvisa los sonidos, él improvisaba coreografías de cuecas, zapateos, saltos acrobáticos, carreras enloquecidas cual si fuera un huaso a caballo, luego sutiles pasos de ballet sacados de no sé, qué rincón de su atrofiada memoria. 

Cierto día bailó tanto y tanto, que a pesar que el evento ya había concluido dos horas atrás y los sonidistas desmontado los equipos, El Loco Harry, no paraba de bailar al ritmo de las cuecas que sonaban en su cabeza cada vez con más claridad y sentido. 

Finalmente con ayuda de bomberos y auxiliares de la posta de urgencia a pasos de la plaza, pudo ser detenido y sacado de aquel tragicómico trance de música, baile y acrobacias…………..

¡Gracias Tio!, se pasooooo!, 

Fueron sus palabras cuando concluía el último trozo de barquillo y se langueteaba los restos de crema repartidos en su barbilla y sus manos.

Yo lo conozco a usted!, me decía, ¡yo siempre lo veo cantando, tocando la guitarra….!, yo sé bailar y cantar como Américo; continúo,  Al tiempo que improvisaba un trabajoso zapateo ágil y coordinado que concluyó con una venia final, igual que un bailarín del municipal.  

No pude dejar de sonreír y sentir una mezcla de ternura, lástima y aprecio por aquel muchacho delgado, con ojos brillantes, producto de la droga suministrada por algún loquero de mala muerte, sin el mayor respeto por el ser humano que en lugar de buscar la rehabilitación,  solo dan un paliativo que al fin de cuenta encubre el real motivo de la enfermedad y hacen al paciente dependiente de fármacos y tratamientos costosos. Es claro que la salud es el gran negocio actual, como muchos otros negocios, donde el inescrupuloso sobresale  y da rienda suelta a la inconsciencia e indolencia humana.  

Estando en esa reflexión, la brusca carrera hacia la calle y los gritos del Loco Harry, me retraen a la plaza..

¡Están pegados, Están pegados, Están pegados …!!

En efecto, la jauría se encontraba en medio de la calle principal en una esquina de la plaza, y como es de adivinar, el típico, mugroso y más pulguiento de los quiltros había logrado cupular con la raquítica y pequeña perra del Kiosco. 

Allí estaban en medio de la calle rodeado por los otros quiltros que ladraban su impotencia, y a la espera de ser el próximo ganador. 

Los ladridos se mezclaban con las bocinas de los impacientes conductores que debieron detener su marcha al verse imposibilitados de continuar. 

Las personas se aglomeraron alrededor de aquellos animales, alguien trató de espantarlos a gritos en medio de la calle… otros gritaron ¡!tírales agua!!. 

Un conductor furioso bajó de su vehículo y trató de ahuyentarlos con el fierro de su gata hidráulica, sin resultado alguno; es más los perros de mayor tamaño le hicieron frente gruñendo y mostrándose resuelto a morder a cualquiera que se atreviera a acercarse. 

Fueron segundos interminables de tensión.  Sorpresivamente un taxista aceleró su automóvil y a gran velocidad,  con un rostro de impotencia, ira y menosprecio, embistió a aquellos pobres animales que saltaron por los aires en medio de aullidos y gritos de la multitud. 

Varios quiltros muertos, otros heridos con fracturas expuestas gemían al borde de la acera, otro que convulsionaba dando un último respiro. 

Entre el bullicio del gentío y los motores en marcha escucho nuevamente los gritos del Loco Harry, esta vez con el dolor de la muerte..

¡!!Es la Diana Tió, Es mi Diana..!

Allí estaba el loco Harry, abrazando a los restos inertes de aquella raquítica quiltra de la plaza y mientras la aprisionaba a su lampiño pecho huesudo, repetía sin parar…

¡¡Es “la Diana” Tió, ¡Es mi Diana..!.

¡!!Es “la Diana Tió”, ¡Es mi Diana..!.

FIN

Cada año en Febrero

Cada año en Febrero

(Crónica sobre el encuentro de Lourdes 2025-por El Curicano)

Cada año en febrero, la segunda semana para ser más exacto, se realiza en el santuario de la basílica de Lourdes, el tradicional encuentro de canto a lo divino, donde se reúnen decenas de cantores provenientes de distintas localidades y regiones del país.

Este año se llevó a cabo la versión número 47 de este rito de fe católica y de tradición de arraigo campesino, que entre los años 70 y 80 aproximadamente, se ha insertado en la urbe y en estos grandes espacios del catolicismo, especialmente en la región metropolitana como lo son: el Templo Votivo de Maipú, el Santuario de San Alberto Hurtado en Estación Central y el mismo Santuario o  basílica nuestra señora de Lourdes en la Quinta Normal. 

Lo anterior gracias a la labor, entre otros,  del padre Miguel Jordá Sureda QEPD, sacerdote español que alrededor de esos años, visualizó en esta manifestación de fe, más que un canto de tradición;  la expresión potente de un pueblo que a través de él y la poesía, podía manifestar su fé,  sus agradecimientos, sus esperanzas y buenos deseos y llegar  directamente a Dios a través de la virgen María. Virgen que para un pueblo mariano como el chileno, es la divinidad intercesora más cercana y asequible. 

Una vez más se confirma,  a propósito de lo anterior y otros tantos ejemplos en nuestro país, que personas de otras latitudes, reconocen y se sorprenden ante las riquezas culturales, naturales o expresivas de un pueblo, mucho más que nuestras  autoridades políticas o eclesiales y sus mismos habitantes, inclusive. 

El padre Miguel Jordá Sureda, en aquellos años pudo convencer a sacerdotes o a encargados de la iglesia para que esta forma de oración cantada, pudiera llegar a capillas, parroquias y también a santuarios. 

No debe haber sido una tarea fácil para este incansable inmigrante revertir la convicción  de algunos sacerdotes, que teniendo una vaga noción de esta expresión, la consideraban  pagana y que caía en el exceso del alcohol, incentivado por el “gloriado” y otros preparados que ayudaban a mantener el cuerpo animoso y el espíritu despierto en el trasnoche de las largas vigilias.  O lisa y llanamente una manifestación desconocida, por ser patrimonio esencialmente campesino y del ámbito familiar y comunitario de zonas rurales apartadas de los centros masivos de la religiosidad.

Pero volvamos al cuadragesimo septimo encuentro de canto a lo divino de Lourdes, que este año 2025, convocó a una treintena entre cultoras y cultores; Sí, con un contraste importante; considerando que en la época del noventa o dos mil inclusive, acudían a esta cita con la virgen de Lourdes y Bernardita, entre 60, 70 o más cantores provenientes de distintas comunidades y regiones.

En ese entonces  estas comunidades se organizaban para llegar en masa al santuario en buses,  vestidos con la mejor indumentaria, con instrumentos recién encordados o especialmente renovados para la ocasión, y al reencuentro con los cantores y la fraternidad de amigos con una tradición en común y donde se comparten experiencias relacionadas con otros cantos o se relatan jocosas anécdotas que;  al calor de la cena o un buen café y por qué no, al calor de un buen sorbo de tinto, se relatan con buen humor y con la gracia y picardía propia del hombre de campo y de aquel que teniendo un origen rural,  hoy se asienta en la ciudad sin perder esta forma de oralidad.  

Seguramente el sacerdote español, recolector y editor de numerosos libros con versos de tantos cantores a lo divino,  ante la disminuida asistencia de sus amigos los cantores, habría encontrado la forma o la divina estrategia para motivar esta asistencia, objetivo que no se ha logrado en el último tiempo, tanto en el mismo Lourdes,  Maipú, y más aún,  con la escasa asistencia al canto del Padre Hurtado  2023, y con la no concreción del encuentro en ese santuario,  el año 2024.

En aquellas épocas llegaban cantores provenientes de Nancagua, Litueche, Las Cabras y Marchigüe (entonces sexta región), como también de otras localidades apartada pertenecientes a la región metropolitana, como Alhué, Aculéo, Pirque, Lo Barnechea, Navidad, entre otras. O de más al norte, pertenecientes a la región de Valparaíso como: Putaendo, San Felipe y Los Andes, por mencionar algunos, que se encontraban con sus pares; pares que en muchas ocasiones no se veían o se abrazaban desde un año atrás exactamente.

Hay que reconocer que esta disminución de cantores, es un reflejo del envejecimiento natural de la comunidad de cultores y el poco renuevo de ellos a través de la herencia o del traspaso de conocimientos de manera integral, con las formas y valores preciados de la vieja escuela.  Acerca de esto escuché la postura de un referente del canto a lo divino que dice: 

“La entrega de este conocimiento parte en la cocina o el comedor, en la mesa humilde y generosa, como lo es la mesa en el campo”. 

Fórmula que tiene mucho sentido y que hoy utiliza este cantor y referente, que refiere, que el aprendizaje se materializa donde se comparte una once, en un mate, en un almuerzo o lo que haya que compartir,  no en frente de una pizarra; sino que en la conversación, en medio de anécdotas y la cotidianidad, como era en los tiempos que aprendieron nuestros antepasados. 

Entre los conocimientos mencionados en el párrafo anterior, estaban el valor del respeto al cantor mayor, el sacrificio de las trasnochadas, la  formalidad en las ruedas, el compromiso con una expresión patrimonial que refleja identidad, con arraigo en el pueblo más humilde y apartado de los grandes asentamientos humanos, Y donde;  el ser cantor a lo divino se obtenía como premio a la aceptación de los valores y a las formas que el canto y la  rueda imponían.  Muy distinto de lo que hoy se aprecia, donde se ha perdido la formalidad y donde es muy fácil entrar al canto; basta con leer un verso y saber medianamente una entonación y ya se es “Cantor a lo divino”. Y no en menos  ocasiones,  sin poseer ni siquiera el valor primordial  para ejercer el oficio, que es la fe.   Fe que se hereda principalmente de los abuelos, de los padres, de los tíos, es decir de la familia. 

Generalmente cuando se inicia la transmisión de este conocimiento, se parte con una pregunta básica antes de enseñar versos o entonaciones o traspasar el conocimiento: 

¿Es usted creyente, cree en Dios y la virgen?. 

Una simple respuesta a esta pregunta acerca de la creencia y todos los fundamentos que encierra la religión católica,  bastaba para saber si el aprendiz llegaría a ser cantor a lo divino.

Si bien la disminución y la no renovación de la comunidad cantora es  el envejecimiento y la falta de traspaso con valores claros y precisos. No es menor la falta de fe en la sociedad chilena actual, influida; según mi punto de vista, por múltiples factores, entre ellos: el fácil acceso a los bienes materiales, que dan bienestar en el día a día,  el acceso a múltiples avances de  la tecnología, con su globalización que tiende a unificar, y a usar el mismo lenguaje. Globalización que  interviene además en lo que vemos, comemos, leemos, la vestimenta que usamos y también muchas veces, en lo que deberíamos pensar. Convirtiéndonos así, en un enorme rebaño que sigue las directrices de libre mercado y el consumismo, estructuras que promueven una forma de vida única, que despoja de una identidad propia y convirtiéndonos en individuos cada vez menos visibles e irrelevantes y fáciles de moldear y manejar por  aquellos que están en lo más alto de la pirámide global.

Esta forma de vida, donde todo es posible y todo está a la mano, es para la gran mayoría de nosotros, cómoda y suficiente, y donde la espiritualidad, pasa a segundo o tercer plano. Pero basta con experimentar el horror de una guerra, de una catástrofe, de una enfermedad, de la falta de trabajo para el sustento diario, para recién allí recordar, que existe una fuerza espiritual y superior a la que nos aferramos, pero lo hacemos generalmente, solo cuando llegan tiempos difíciles.

Lo descrito anteriormente, se asemeja de alguna manera al episodio del génesis, libro del antiguo testamento, que nos relata la historia  de la torre de Babel. Torre que fue destruida por Dios por considerarla unificante, donde se usaba una sola lengua, un solo objetivo y que alejaba al hombre de los mandatos del creador.

Pero está también y es preciso mencionar,  algunos hechos ocurridos que afectan y causan daño a la iglesia y su labor de acompañar en la fe,  como son los sucesos vergonzosos que apuntan y con evidentes fundamentos y cada cierto tiempo, a algunos miembros del clero, que han participado  en delitos detestables que se ubican al lado opuesto de sus investiduras  espirituales. Estos acontecimientos   desmotivan a jóvenes y a adultos a entrar o seguir  en el mundo de la religiosidad,  y de la iglesia y adoptar su orientación con convicción; convicción que implica abrazar un compromiso y una constancia para mantener la fe y una vida espiritual,  con sus valores; valores fundamentales e importantes además, para el canto a lo divino.

Muchas veces escuché a jóvenes, y a  otros no tanto a propósito de lo antes mencionado,  decir no creer en la buenos propósitos de la iglesia, que de alguna manera ha  cobijado o respaldado a estos personajes  deshonestos; personajes que son los llamados a  practicar  con buenos ejemplos el mandato de ser guías y transmisores de la doctrina religiosa. 

De este modo, para muchos,  esta   cara visible de la iglesia; con un “poderío” casi intocable, pasa a ser,  para el común de las personas,  una bolsa de malhechores, colocando a todos en el mismo saco, sin distinguir a tantos que han entregado la vida inclusive, por el bien del ser humano.

Pero retomemos el encuentro de Lourdes 2025, que se llevó a cabo la calurosa tarde-noche del 8 de febrero, cuando se registró una de las temperaturas más altas que van de este verano.

Allí en la gruta de Lourdes antes de las 19 horas, comenzaron los preparativos para recibir a los cantores a lo divino, que pausadamente llegaban hasta las bancas que utilizan los fieles para presenciar las misas o rosarios que habitualmente se rezan en esta semana dedicada a la virgen y que culmina el día 11 de febrero de todos los años, con la celebración principal. 

En medio de las pruebas de sonidos que colaboradores del santuario preparan para la ocasión,  un grupo de cantores se instala presurosamente en el lugar utilizado por el coro, para acompañar con cantos en décimas la liturgia que a esa hora comenzaba. Estos cantos son parte de la misa en décimas creada por el recordado Francisco Astorga QEPD, hace algunos años y que se utiliza junto a otras creaciones del mismo tenor y de otros cultores, para acompañar las eucaristías y liturgias. 

Dirige esta ceremonia un sacerdote con un vozarrón que ya se lo quisiera cualquier cantor o artista de la ópera y con un marcado acento extranjero. Acentos que son cada vez más comunes en un Chile invadido por oleadas de inmigrantes con todas sus virtudes y defectos, producto de fronteras abiertas o simplemente del escaso control de las autoridades. Pero esa es harina de otro costal, digno del análisis de eruditos en el tema.

Tras cada intervención del sacerdote con voz de contrabajo, se suceden los cantos de este coro de cantores, bastante improvisado por el apuro del tiempo, y sin previa coordinación y preparación, dejando escuchar las décimas de Francisco Astorga no muy armoniosas y a destiempo, pero que cumple con el objetivo de hacer presencia,  con el canto a lo divino también en esta faceta de los ritos religiosos.

Terminada esta liturgia, se instalan los cantores a lo divino al interior de la gruta, en sillas previamente habilitadas por los colaboradores del santuario, en una rueda alrededor del altar principal.

Esta rueda,  tal como se realiza en el templo votivo de Maipú, consiste en un saludo del cantor,  o mejor dicho el canto de una décima de saludo a la virgen; que para ser sincero, desde una visión muy personal; más que un saludo a la virgen, es un saludo a los escasos asistentes, que observan desde las aposentadurías de la gruta. 

En este “saludo a la virgen”, algunos cantores expresan en su décima, el lugar de donde vienen y como se llaman, ¿para ser reconocidos por la virgen?,  o ¿por los otros cantores?, o ¿por la audiencia?, creo que por la  audiencia, que sí desconoce o puede interesarse por la procedencia y el apodo del cantor.  

Algunos asistentes siguen esta presentación, mientras en pausadas caminatas otros oyentes o feligreses, pasean y se acercan al oír lo extraño o novedoso de la música y la poesía que aquellos hombres y mujeres emiten con su mejor voz.  Esto, en sintonía con el movimiento de otros cantores que llegan atrasados a instalarse en el altar y  otros que después de cantar se levantan de su asiento para salir de la gruta, afectados tal vez por el calor reinante en aquella caverna tallada en la roca, o simplemente parte de la costumbre de muchos en el último tiempo. Mientras otros cantores registran aquel momento en una instantánea con su celular,  que aparecerá casi en tiempo real en sus redes sociales. 

No es menor el esfuerzo que realizan los voluntarios para acercar el micrófono al guitarrón o la guitarra o al cantor mismo, interponiéndose entre el canto de saludo y “la saludada” y  que cumplen el objetivo que la organización ha solicitado,  alterando esa conexión que se produce al momento de orar a través del canto. Sensación experimentada por más de algún cantor al describir ese sentimiento al momento de cantar.  

Los elementos mencionados en el párrafo anterior afectan sin duda a aquellos cantores que buscan una conexión profunda con la divinidad que les motiva a expresar su fe, con recogimiento.

Terminada esta instancia; que en esta oportunidad consistió en una décima de saludo, más el primer pie del verso a la virgen;  esto producto de la poca asistencia de cantores y el rápido término de la primera vuelta; contrastando con otras ruedas de saludos del pasado, donde esta solo esta décima calzaba casi justo con la cena que se sirve a los invitados cerca de la media noche. 

Cabe mencionar que en esta jornada fue también complementada con una oración al santísimo al interior de la basílica con motivo del año jubilar que se celebra este año.

Ya en el comedor, durante la cena se reanudan los saludos esta vez entre cantores que recién llegan y otros que productos de las ceremonias anteriores no habían tenido la oportunidad de hacerlo. Donde se reencuentran cultores provenientes de Santiago, Melipilla, San Pedro, Pirque, Chimbarongo, entre otros, con el saludo fraternal de siempre, lleno de buenas intenciones y camaradería; todo en medio de un contraste notorio, producto del bullicio en el salón adyacente y la música a alto volumen, que se contraponen a la armonía de la conversación de los cantores y que les obligaba a alzar la voz, para ser escuchados o hacerse entender, en medio de esa “eufórica algarabía festiva”.

La organización claramente no previó este despropósito o simplemente escapó de sus alcances. Hecho que no dejó ajeno a los cantores que, aunque comentaron en la conversación ese malestar, no se pronunciaron abiertamente al respecto, actuando con la humildad que caracteriza al cantor y como actuaría un invitado que no tiene mayor injerencia en la formalidad o informalidad del dueño de casa; a pesar que el hecho no esté acorde con la instancia de oración y reflexión, en donde el cantor requiere una atmósfera de quietud interna, pero también externa para expresar su religiosidad.

Concluida la cena, antes de iniciar el canto, en medio del bullicio, de la fiesta y la conversación de los cantores, se generó una instancia de diálogo o especie de asamblea entre los asistentes, en el contexto de buscar fórmulas para reactivar la asociación nacional de cantores a lo divino de Chile; Cabe señalar que aunque esta instancia se separa o es anexa al sentido que reúne a los cantores en Lourdes, no deja de tener importancia y por ende se incluye en esta secuencia de hechos y que además fue consensuada por los mismos cantores en el templo votivo de Maipú en el último encuentro de septiembre 2024. Con respecto a ello, creo que es una tarea importante y que está pendiente; considerando que  la organización existe con personalidad jurídica eclesial y perpetua. 

Este organismo ha ejercido su labor con importantes resultados, como el Primer Congreso nacional el año 2018, muestras de canto a lo divino en distintos lugares y obras sociales a través de campañas solidarias, con la participación fundamental de Chile Canto Radio, entre otras iniciativas.  Este organismo por el cual han pasado cultores tratando de representar a la comunidad y que se vio debilitada producto de la pandemia y post-pandemia y con la ausencia de encuentros presenciales masivos y congresos, entre otros hechos lamentables y que de alguna manera vislumbra el poco interés de algunos integrantes de la directiva vigente, en la búsqueda de iniciativas o gestos de asociación comunitaria.

En este aspecto, realicé un intento el año 2023, con la idea de hacerlo efectivo en el marco del Primer Encuentro del día nacional diocesano del cantor a lo divino, organizado por la diócesis de Melipilla y realizado en El convento, comuna de Santo Domingo, encuentro masivo que convocó cerca de 150 cultores del canto a lo divino. 

Cabe señalar que en la comisión organizadora de ese encuentro, participaba activamente quién es el secretario vigente de la asociación  que al plantearle la posibilidad cierta de realizar elecciones en esa oportunidad, aprovechando la amplia representatividad de cantores invitados, respondiendo negativamente a solo días de la concreción del encuentro, aduciendo que: 

“No es la oportunidad, porque el encuentro no es para eso…”

Reiterar que, para concretar la reactivación de esta organización, ya había un preacuerdo, tomado en el último canto masivo en Maipú en septiembre de 2024. En este contexto pidió la palabra uno de los cantores más reconocidos, y que estuvo presente además, en aquel preacuerdo en Maipú. En su intervención pone el foco de atención en la búsqueda de una nueva directiva y que involucra por cierto a todos los cantores a lo divino. 

A partir de allí se abrió el debate donde los asistentes pudieron dar sus puntos de vista, realizar propuestas y fórmulas, levantar candidaturas o simplemente opinar con distintos fundamentos, como se realizan las asambleas y que, por supuesto tienen todo tipo de ingredientes, fórmula que le da más sabor al platillo resultante.

En medio de la no menos bulliciosa y acalorada discusión, surgió la propuesta de un candidato en representación de una comunidad en particular y la irrupción de otra proclamación, claramente con el objetivo de contraponerse a la anterior, quizás con el propósito de crear conflicto, o simplemente tomar protagonismo en medio de una “Asociación” sin caras visibles y a disposición de cualquier personaje ávido de figuración. Personajes que  aprovechan toda oportunidad para sobresalir, asumiendo roles protagónicos que no le corresponden, más aún, si se tiene escasa participación como cantor a lo divino en vigilias, y menos en instancias similares relacionadas con la organización y más aún no estando   familiarizado con el alma de esta comunidad. 

Concluye esta especie de asamblea con el acuerdo de crear una comisión encargada de gestionar y organizar una elección “Democrática”, con la mayor cantidad posible de representantes de distintas zonas y regiones (tarea no fácil), y de esta forma actualizar esta asociación y su representatividad.  Esto dependerá de la claridad cómo se hagan las cosas y del interés que pongan los mismos cantores a lo divino.

Esperamos que impere el bien común, cosa no menos compleja conociendo las distancias geográficas que nos distancian y por supuesto las diferencias que surgen en todo grupo humano. 

La experiencia me da a entender, que más bien la mayoría de los cantores de zonas apartadas, no se siente representado, no entienden la motivación de esa representatividad y para qué sirve. Finalmente se limitan a seguir las pautas de algún referente que de alguna manera influye en sus decisiones, referentes que en ocasiones utilizan esa postura referencial para manejarlos a conveniencia. 

Después de esta “Alteración del hábitat del cantor”, volvió a dar vueltas en mi cabeza, la pregunta que realicé al momento de renunciar como presidente de la organización:

 ¿Los cantores realmente, necesitan o quieren ser representados por una organización o solo les interesa cumplir su misión, que es la simple y noble tarea de cantar?. 

Pero al mismo tiempo, preocupa la idea de que personajes inescrupulosos asuman un rol representativo o de vocería de los cantores a lo divino, y se aprovechen de la humildad, la sencillez y muchas veces empatía de esta comunidad en estos aspectos organizacionales.

Concluida la cena y la asamblea, los cantores se reparten y se disponen en cinco ruedas distribuidas en distintas dependencias, donde se realiza el acto más íntimo y verdadero del canto a lo divino; que es la vigilia. 

Rito que se extendió por toda la noche, como tradicionalmente ha sido, con su canto pausado y melancólico, donde afloran las entonaciones y los versos dedicados a la virgen y otros fundamentos que impone el guía, o “buey puntero”, como más de alguna vez se denominó al cantor referente que encabeza la rueda.  Allí también hubo espacio para la reflexión entre cada verso, donde aflora más de alguna anécdota o historia relacionada con la oración y el canto. Canto que se entremezcla con las voces de las ruedas vecinas, pero que no molesta, ni interrumpe, porque es parte del mismo rito y en donde inclusive, se puede identificar la voz del cantor que profesa su oración con la mejor garganta posible. No molesta, ni altera, ni te descoloca, porque es parte de la misma sintonía, del mismo clamor y de la misma fe.

Me integro al canto y me sumerjo en una de las ruedas junto a otros cuatro hermanos cantores. Se afinan los guitarrones, la guitarra y el rabel. Se preparan también las gargantas y se dispone el espíritu para conseguir esa conexión que emociona, conmueve y revitaliza.

A mi izquierda el canto pausado y ceremonioso “del buey puntero”, que abraza su guitarrón después de su canto y permanece sin moverse, cerrando los ojos mientras medita, escucha y espera la otra vuelta. El mismo que “Introducciona” al final de la décima,  de cada despedida, dando la pauta del próximo fundamento, como lo hace el que viene de la vieja escuela y anunciaba:

“Por eso en este día

a saludarte he venido

Soy un hijo agradecido

Con el canto y poesía”.

o

“Un pensamiento de amor

tengo en el alma de atiento

de atiendo tengo en el alma

Dónde está mi pensamiento”.

 

A mi derecha un guitarrón virtuoso, abundante de notas y acordes, como olas, que van y vienen, que se arremolinan, luego se aquietan, alejan y arremeten como espuma sonora que baña las arenas del canto.

Más allá, la guitarra que acompaña un canto firme y claro de una voz que resalta con las décimas aprendidas en la oratoria o en la declamación.

Al final el Rabel,  que se  resguarda en su estuche y aflora en cada décima y se acomoda ceremoniosamente en las rodillas del cantor, para entregar ese sonido quejumbroso y a veces lastimero, que va de lo agudo a grave y vice y versa, con sonido que convoca y atrae. Tal vez sea por eso que en la antigüedad se usó como instrumento pastoril; según palabras que le escuché al maestro Francisco Astorga Arredondo Q.E.P.D.

Bendita sea tu pureza, como es usual, nos indica que es tiempo de la partida, del abrazo por la jornada cumplida, de los buenos deseos y de frases como: “fue un honor haber compartido el canto”, o “bendiciones hermano cantor, que tenga buen regreso “o “nos vemos en una próxima oportunidad”.

Ya amanece y poco a poco se arriman los cantores desde cada rueda al comedor, un buen café caliente en medio de los últimos comentarios y comienza el momento del adiós. 

Ya no se escuchan los gritos de euforia y la música estridente de la fiesta bañada de bailes y más de algún aperitivo, que mantuvo a dos de las cinco ruedas en vilo durante toda la noche. Algunos ya se despiden con un abrazo y un apretón de manos; otros con un tibio nos vemos; otros se van en silencio, con más de alguna sensación de inquietud que no pudo borrar una noche de canto. 

Soy uno de los últimos en partir, me despido de algunos colaboradores agradeciendo su atención y compañía en la vigilia. Quedan un par de cantores amigos que acarreo hasta la estación del metro más cercana. 

En la memoria de la cámara, quedaron algunos registros de la jornada como documentos gráficos del acto en la gruta y de la rueda junto a mis compañeros de canto.  En la memoria personal, quedan algunos sentimientos encontrados y una mezcla de desilusión y tristeza, no por la trasnochada, sino por los momentos poco armoniosos vividos en pasajes del encuentro. Desarmonía que lamentablemente se experimenta y se observa cada vez con más frecuencia. Donde resalta la informalidad y el deterioro de nuestro canto a lo divino en varios aspectos y que siembran incertidumbre para el futuro de la expresión; contrastando con jornadas del pasado en este y otros encuentros, donde el espíritu terminaba rebosante de energía, aquella que nos entrega la oración cantada, la meditación y el disfrute de las voces y melodías de los cantores a lo divino.

Finalmente, lo positivo y negativo que acá se ha expuesto lo testifica el tiempo inmerso en el canto, viviéndolo desde dentro, pero también al observar desde afuera, con un rol auto impuesto de difusor de una de las más profundas formas de cantar, orar y poetizar la fe.

Quiero quedarme con lo positivo, los que revitaliza el espíritu, con la esperanza siempre latente de mejorar y retomar los complejos, pero hermosos senderos del canto, aquellos que nos señalaron los maestros, quienes nos confiaron un legado hermoso y que recibimos y debemos cuidar con respeto, con cariño y con la altura de miras, para algún día entregarlo sano y generoso como lo hicieron nuestros antecesores..

El Especialista

“El Especialista”

(Cuento breve de hospital- por el Curicano)

 

Aquel pintoresco y extraño suceso, cambió la rutina del hospital. Funcionarios y pacientes se amontonaron alrededor de la pileta, comentaron, rieron, otros no entendieron.

Un hombre de no más de 60 años, sorprendió a todos, saliendo despavorido por el acceso principal; a saltos trataba de subir sus pantalones a media rodilla, cayendo varias veces en su intento; para luego perderse por calle Santos Dumont, (hoy Dr. Carlos Lorca Tobar) con dirección Av. La Paz.

Todo había comenzado el día anterior; cuando Guillermina trataba de convencer a su esposo de asistir al hospital y tratar aquella dolencia que lo despertaba por las noches y que soportaba por más de 2 años. 

La visita al especialista; como indicó el médico tratante, debía ser inmediata, pero el convencerlo fue un martirio para su  mujer.

__ Pero Remigio, ¡cómo puede ser tan porfiado!, __!Acaso no entiende que puede ser grave!.

__Que va ser grave mujer. Respondía Remigio.

__ Claro, Usted siempre con su machismo y testarudez!.

Remigio enchapado a la antigua, con reputación de macho intachable, varonil y pretencioso a toda prueba, fue educado con rigor militar en una escuela solo para varones; a sus 18 años en forma voluntaria se presentó a la lista de reclutamiento; tuvo 5 hijos con Guillermina, a los cuales traspasó su personalidad y un sin-número de actitudes machistas y  retrogradas. 

__ Pero los exámenes son mucho más fáciles y  rápidos ahora. Trataba de explicar su mujer.

Pero la frase que logró lo imposible fue:

__ Además  hace ya algún tiempo que me tiene abandonada y no ha respondido como marido…!!.

__ Está bien mujer, iré, pero que nadie me acompañe y que nadie sepa de nada de nada; de lo contrario arreglaremos cuentas!!, respondió.

Remigio entró al hospital, sin antes cerciorarse que nadie lo reconociera. Luego con extremo cuidado pregunto por un especialista, sin antes exigir que cumpliera ciertos requisitos fundamentales; entre otros: baja estatura, delgado y en lo posible de origen oriental.

A pesar de las extrañas exigencias de aquel paciente, las asistentes de admisión, encontraron el perfil del médico requerido y en minutos, Remigio,  estaba en la consulta del Dr. Chang, menudo y de manos muy pequeñas.

Después de una breve charla de preguntas y respuestas, el veredicto del Dr Chang, fue  tajante….

__“Mi estimado amigo, lo mándale a lealizal un examen de sangle.  Debemos descaltal un cancel, que puede ser muy fatal, pelo si lo detectamos a tiempo tiene solución!!”.

Remigio se hundió en su asiento ante ese dictamen rotundo y se disponía a levantarse con la orden médica en su mano, cuando el Dr Chang. Réplica:

__Pelo es necesario que lealicemos un examen de tacto a la plóstata, ahola mismo.

Remigio, viendo que estaba en una situación de cuidado y pese a su resistencia y su machismo exacerbado, accedió a regañadientes.

Mientras se tendía en la camilla y seguía las instrucciones del médico, miraba de reojo las manos del doctor y pensando en la denigrante deshonra a su masculinidad.

__Tiéndase de espalda, pantalones a los tobillos y lodillas al pecho, pol favol.

Remigio avergonzado, accede.

__Ahola lelajese, señol. El examen lo lealizalá el doctol Jhonson, mi ayudante.  Que es el especialista.

De la Sala contigua aparece el Dr Jhonson, de origen norteamericano, de tez morena, 2,20 mts. de estatura y con enormes manos de basquetbolista.

Entonces, Remigio, sin mediar palabra alguna, en una reacción instantánea e incomprensible, sale despavorido por la puerta de la consulta y cruza la recepción con sus pantalones en los tobillos ante la mirada atónita de los otros pacientes.

Fin

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Colación

Colación

( Cuento breve – por el curicano )

Rudolfo Valentín llega al casino del hospital como cada día, es un usuario habitual a la hora de colación; su madre ya fallecida, le habría puesto ese nombre en honor al actor que volvía locas a las adolescentes de su época y a ella.

Rudolfo Valentín Risopatrón, es alto, no mal parecido, llama la atención de todos los funcionarios por su buena “facha” y a esa hora no pasa inadvertido, a pesar del gentío, que en grandes grupos se turnan para almorzar.

«Rudol», como muchos le llaman, no hace la fila como todos los demás para retirar su almuerzo, no requiere del “vale” que da la institución, tampoco debe pagar en efectivo; es, sin duda un privilegiado, tiene dispensadores con los distintos manjares a su disposición, solo debe elegirlos y tomarlos.

Hoy seleccionará un menú contundente, tiene demasiado apetito, bien sabría a esta hora, un buen trozo de pollo asado, acompañado de arroz o papas, sopa de sémola que es su predilecta, ensalada de brócolis, betarragas, pan, doble porción de jugo de fruta, flan de leche y jalea.

Camina despreocupado, se mueve con prestancia y altivez por entre las mesas atiborradas de comensales bulliciosos. Con decisión toma una bandeja color gris, tenedor, cuchillo, cuchara sopera, cuchara de postre y servilletas y va por su merienda. Busca, busca y rebusca en cada parrilla y bandejero repartido por el amplio comedor y nada de nada, no queda nada…… Las facciones de su rostro entristecen y sus intestinos hambrientos y decepcionados se contraen…..….

Aquella funcionaria rubia de anteojos marrones, se le ha adelantado y ha vaciado cada desecho de las bandejas en una gran bolsa plástica de color negro y otra vez, como ha sido frecuente en el último tiempo, las mascotas de aquella dama, se comerán su almuerzo…….

FinL

Dos Fiestas de Cumpleaños

Dos fiestas de cumpleaños

(Crónica del encuentro de poetas y payadores de Águila Sur  2025 – por El Curicano)

Sábado primero de marzo, año 2025, dos fiestas de cumpleaños, el mismo día y a la misma hora, también dos invitaciones.  Vaya disyuntiva que debo sortear,  una más entre tantas que he debido enfrentar a lo largo de mi existencia, y por supuesto con dispares resultados.  Entonces, ¿A cuál asistir?. ¿Cómo responder para no causar algún tipo de escozor en el anfitrión o sus cercanos?.  

Aunque la decisión ya estaba tomada hace mucho tiempo,  esto no deja de dar vueltas en mi cabeza y complicar mi existencia y “La previa”, utilizando un término futbolero, más actual y coloquial.

¿Cómo digo que voy a uno y no al otro?.

Y aunque en una oportunidad, ya dí atisbos de mi opción ideal, no he sido lo suficientemente claro y  directo y eso me inquieta, pensando además, en algún tipo de represalia o  algún gesto de desprecio.

El primero es un cumpleaños de familia actual con todos los ritos de los cumpleaños de hoy, con globos, con cotillón, con manteles y vasos plásticos, con una  torta de colores artificiales que tiñen la boca y las vestimentas de los niños; De gaseosas abundantes y variados colores. De suflés dulces y salados llenos de colorantes. Y de aquellos otros que huelen a “pata de milico”;  frase que utilizaba mi padre al referirse al olor a queso rancio que emana de algunos de estos soufflés y que, según él, se parecía al de las botas que usaban los soldados en el regimiento donde realizó su servicio militar; Donde también usó aquellos bototos heredados de otros soldados que pasaron por los cuarteles antes que él. 

 Este cumpleaños es de aquellos donde los invitados picotean por aquí y por allá,  todos aquellos “manjares” que el ministerio de salud con campaña por radio y televisión llama a evitar consumir. Entidad que también exige rombos oscuros de advertencia en cada envoltorio, para alertar del contenido poco saludable de estos productos. Allí donde destacan advertencias como, “Producto alto en calorías”. “Producto alto en azúcares”. “producto Alto en grasas saturadas”. “Producto  alto en sodio”. Etc.

Estas alertas  de poco o nada sirven cuando la propaganda en los medios de comunicación, financiada por el poder de las industrias que producen estos nefastos “alimentos”,  se esmera en revertir todo llamado a la conciencia, inventando publicidades cada vez más creativas, llegando a utilizar técnicas poco honestas para alcanzar sus propósitos.  Estos llamados a la conciencia en las campañas ministeriales, en contadas ocasiones alertan al receptor adulto de los malos efectos en la salud de estos productos, y menos  se traspasa a los niños; Salvo en centros educacionales donde de alguna manera tratan de educar a los pequeños dándole importancia a los alimentos saludables. 

Pero en muchas ocasiones es un esfuerzo perdido, si es que esa enseñanza no se ratifica y se lleva a la práctica en el seno familiar; estructura familiar, que dicho sea de paso, está cada vez más desarticulada en nuestra sociedad.

El segundo cumpleaños es muy particular. Allí se reúne una comunidad que se forja en la amistad del mismo lenguaje y la misma poesía. Una fiesta sin globos y sin tortas, pero sí,  con un gran esfuerzo de producción de su anfitrión y su compañera; quien hace honor a la máxima que dice que: “Detrás de un hombre exitoso, siempre  hay una gran mujer”. 

Ambos  junto a sus respectivas familias por años se han esmerado para concretarlo cada verano,  y que hoy cuenta con el apoyo de una comunidad organizada que nació bajo el alero de este encuentro. 

Es una fiesta donde quedan de lado algunos egos de este mundo de, “artistas”, para algunos. Para otros, en los que me incluyo, más bien cultores que abrazan una expresión que deja aflorar la idiosincrasia de hombres y mujeres sencillos, a través de la rima y la décima. Estrofas poéticas que les entrega una herramienta potente para  crear divertidos diálogos en medio de los encuentros, pero también una herramienta para la denuncia o  para mostrar lo más profundo del sentimiento humano. 

Estos personajes sobresalen del común de las personas por su sensibilidad y observación del medio. Ellos abrazan una forma de vida inmersa en lo tradicional, ligados al patrimonio y la cultura de su pueblo.

 Estos artistas y cultores, apoyan esta fiesta con un sentido solidario y comunitario. Un “cumpleaños”, que de alguna manera mantiene espacios para el desarrollo de este oficio y que sirve para que aquellos que aún no son absorbidos por ese, “ego de artista”, compartan sus experiencias,  o también para aquellos que se inician en los ritos  de esta actividad, encuentran allí un espacio para practicar y fortalecer su aprendizaje. Espacios que se les  niega en otros “encuentros de más renombre”, ya sea por, “No estar a la altura”, o “por ser un espacio solo para elegidos”, o “solo para los amigos”.  Emparentadas estás fórmulas de selección con la política actual, donde el lobby, el tráfico de influencias y el pago de favores, son una práctica cada vez más evidente,  y que de alguna manera ha contaminado algunos de esos encuentros,  encuentros más de. “Artistas”. 

Pero en esta celebración caben todos “Solo por el gusto de encontrarse”, frase con la cual resume su anfitrión al contarnos  sobre la motivación y las razones para cada verano organizar este encuentro y que en la oportunidad  cumple una década de vida. 

Bueno pero dejémonos de rodeos, seguramente usted se preguntará, ¿Y a cuál de los dos eventos de aniversario llegué definitivamente?.

Aunque más de alguno de ustedes ya sabe dónde fue a parar este personaje más bien comunitario, de bajo perfil, a veces polémico,  porque se atreve a decir cosas que otros callan y que no se recuesta en el cómodo sillón que da, “el bienestar”, de estar bien con Dios y con el diablo.

Pero primero debo situarlos geográficamente en los dos puntos de estas fiestas. 

Uno es al sur de Santiago, entre paisajes semi rurales, con callejones llenos de árboles centenarios, el aire que viaja montado en la brisa fresca y que revive los pulmones congestionados con los olores del urbanismo; El urbanismo  caluroso y agobiante de este  verano 2025, especialmente.

El otro al sur oriente de la gran ciudad entre grandes avenidas y calles congestionadas y llenas  de “lomos de toro” y semáforos descoordinados y donde todo está a la mano en los grandes supermercados, moles  y locales para eventos con nombre gringo y que te asegura, “una tierra feliz”.  

Fue así que temprano por la mañana de aquel día 1 de Marzo, alistados y cargados los elementos necesarios para la partida, a eso del medio día y después de un almuerzo express, parto raudamente  al cumpleaños, junto a la familia que incluía a la pequeña nieta, que va como invitada de honor a aquella fiesta de su primo, ubicado en el sector sur oriente de la ciudad. 

Si,  señores, rumbo al sur-oriente de la ciudad. No hay más remedio.. 

Al llegar al destino me sorprende el poco movimiento en casa del festejado, no había globos y serpentinas, menos una piñata, nada adornado o  preparado y la hora se aproximaba a pasos agigantados. 

Algo no encajaba o de algo no se me había informado.

Transcurrida media hora aproximadamente, inquieto con aquella incertidumbre, interrogué preguntando, 

¿Y el cumpleaños no es a las 5 de la tarde?.

!No,  es a las seis!, fue la respuesta.

¿Pero no hay nada preparado?, vuelvo a preguntar.

!Es que no será acá en la casa, será en el Happyland del Mall Plaza.!

Con cierto grado de frustración digiero aquella información y mi mente activa el lado creativo y me muestra una puerta de escape de un cumpleaños que no estaba en mis planes. 

Para el colmo, será allí, donde la máxima atracción es una tarjeta para utilizar en las distintas máquinas de juego electrónicos, ideal para una generación inmersa en la tecnología adictiva de los teléfonos celulares y consolas de videojuego, y que por supuesto asegura el emprendimiento de estas grandes cadenas de “diversión”, desechando aquellos lúdicos, y a estas alturas “viejos”, show de títeres o personajes de películas animadas que se fotografían con los niños y que realizan más de algún juego interactivo  y que despierta la imaginación de niños y adultos.

Y yo que me esmeré para partir temprano desde el otro extremo de la ciudad y  llegar de los primeros y tratar de escaparme en algún momento de aquella fiesta no tan motivante para mí, a la otra que sí me interesaba. Al saber que no es en un ámbito más familiar y cercano, tomé la decisión de expresar mi más profundo deseo de fiesta de cumpleaños.  Entonces respirando profundo y tomando valor suficiente, me revelo ante aquella alternativa y decido hacer evidente mi elección favorita, aunque hubiera represalias y algún gesto de  desagravio, me dirijo a mi compañera y digo.

!Negra. Voy a un encuentro de payadores que comienza a las 5 de la tarde. Ustedes van al cumpleaños de la “tierra feliz» o happyland y  yo los recojo cuando regrese. ¡Lo siento mucho!…

Sentí un gran alivio al no encontrar gran resistencia, aunque sí hubo miradas de desaprobación notoria,  pero en silencio. 

Entonces con una cuota no menor de remordimiento en los primeros kilómetros de la carretera y con la libertad que consigue un gorrión atrapado al salir por la ventana que lo hizo prisionero,  tomé rumbo al sur a toda prisa para llegar al décimo encuentro de poetas y payadores de aguila sur.

Ya en el lugar me instalo con mis escasos equipos para registrar aquella fiesta de la poesía improvisada saludando en medio del ajetreo, a cada uno de los invitados con apretones de manos y abrazos, como es habitual en una comunidad que se conoce y reconoce en estos encuentros abiertos a los cultores. Encuentro donde no está presente lo remunerativo. Un factor que más bien disgrega e incentiva la competencia y la búsqueda del árbol frondoso y que da frutos pecuniarios.

El escenario es el auditorio de la escuela de Aguila Sur que por primera vez recibe un espectáculo de este tipo. Es un salón más bien amplio al lado de la biblioteca, con un “proscenio”, como los antiguos teatros con cortinas que se abren para dar paso al espectáculo.

Inaugura la fiesta el anfitrión agradeciendo a los cultores presentes y al público que espera en medio de un calor que se disipará con los primeros acordes y primeros versos.

Manuel hace un breve recuento del encuentro recalcando que se cumple un sueño y que se inició precisamente  en el sueño del poeta,  terreno que está enclavado a las faldas de los cerros de un cordón montañoso de la cordillera  de la costa, llamado Altos de Cantillana,  y que casi se une con los cerros de la cordillera de los Andes, generando un paso estrecho entre las dos cordilleras y que precisamente  le da nombre a aquel lugar. Angostura.

Angostura es el lugar donde también está la plaza de pago de peajes de los vehículos que salen y entran a la región metropolitana. 

Altos de Cantillana, un cordón montañoso o de cerros  que en los inviernos duros y lluviosos, se cubre de nieve y en donde también el sol se oculta más temprano que en otros lugares, por la altura y proximidad de estos grandes monumentos naturales. 

Allí, en las faldas de estos gigantes azulosos, está el sueño del poeta,  en honor a su padre.  “Él siempre deseó un terrenito y junto a  los hermanos hemos hecho realidad el deseo del “Jaguar Incano”, mi padre, comenta Manuel. 

El Jaguar Incano, es el seudónimo de don Manuel Parraguez padre, poeta popular que también ha abrazado la poesía y que hoy está presente en su silla de ruedas que lo ha acompañado el último tiempo y que lo acompaña en este viaje del sueño del poeta, el cúal sigue disfrutando a pesar de sus limitaciones de salud y los años a cuestas. 

Se inicia el encuentro número diez por el solo gusto de encontrarse, con los acordes de la guitarra de Juan Carlos Bustamante  y con los asistentes de pie, interpretando el himno nacional; como se hace en los estadios o en ceremonias públicas y afortunadamente en algunos colegios o escuelas; claro, que sin esas estrofas adicionales que dividieron hace algunas décadas a nuestro país. 

Luego todos los cultores o artistas suben al escenario y comienza la ronda de décimas de  saludos de cada uno de los participantes, incluyendo a los invitados de otras naciones hermanadas por la poesía. 

Luego de la presentación en décima de casi una treintena de cultores, se sucedieron los contrapuntos, los pies forzados, los banquillos, la concesión, la personificación, entre ellos contrapuntos latinoamericanos, como Chile-Colombia, con Juan Carlos Bustamante y Leydi Mejías, más tarde el contrapunto entre el profe Albornoz por el lado de Chile y Mario Cabrera representando a la hermana república Argentina. 

Así transcurre el encuentro, entre risas, aplausos y todo en el marco de la algarabía y el ambiente festivo que los poetas le dan a sus presentaciones.  

Chile, Argentina y Colombia presentes en este décimo encuentro de poetas populares y payadores de Águila Sur,  que se viste de atuendos más formales con la ayuda del municipio local y con el apoyo de la naciente agrupación de poetas populares “El sueño del poeta”.

En medio de la jornada y antes del remate final de las infaltables cuecas improvisadas y los jocosos brindis que las acompañan, Se realizó el bautismo o bautizo de cuatro guitarrones chilenos que trajeron la nota emotiva a un encuentro enmarcado en lo festivo y lo ameno.

El bautizo de guitarras y guitarrones es una tradiciòn o rito de larga data y de origen campesino, donde cantoras y cantores bendicen sus instrumentos que serán sus compañeros de vida en el canto a Dios y al hombre; al cielo y la tierra,  como menciona Juan Carlos Bustamante que hizo de jefe de ceremonia.

Al igual que a un niño que se bautiza, la guitarra o el guitarrón chileno tiene su padrino o madrina, en un rito que mezcla lo religioso con lo profano. Estos guitarrones son bautizados en presencia del dueño y su padrino o madrina y donde son rociados levemente con una rama de palqui que representa lo divino y con aguardiente que representa lo humano o lo terrenal. 

En primer lugar Javiera Buzeta, presenta a “Mestizo”, guitarrón muy novel que se inicia casi

a la par con Javiera en el aprendizaje del canto a lo poeta; su madrina fue Ruth Barrales

conocida y querida cultora de Valparaíso que destaca por su sencillez y muestras de cariño

con los cultores de la poesía.

Luego Alfonso Ureta presenta a “Eloy”, guitarrón construido hace 20 años y que ya tiene un vasto recorrido en el canto con múltiples desafíos superados. Su padrino fue Juan Perez Ibarra, reconocido poeta pircano y quien es también su maestro en el canto a lo poeta.

Mario Calderón presenta a “Moisés Calderón”,  guitarrón relativamente joven que le ha abierto una puerta en este mundo del canto lo poeta, instrumento que está aprendiendo de la mano de Cristian Mardones de la localidad de Acúleo que a su vez es el padrino de Moises, y también el maestro de Mario en los “toquíos” y melodías del guitarrón.

Finalizando con el bautizo de guitarrones,  Manuel Parraguez Duarte, presenta a “Ayun”, que en lengua ancestral mapudungun, significa Amor.  Amor que según él, surge  en Pirque allá por el año 2008, mirando a los grandes ”guitarroneros Pircanos”, tocando este hermoso instrumento, como Santos Rubio, Chosto Ulloa y Don Manuel Saavedra, entre otros. 

Desde entonces tuvo el sueño de poseer uno de aquellos instrumentos,  que concretó  felizmente,  gracias al primer 10% de los retiros de la AFP, comenta en medio de risas de los asistentes. Adquisición de segunda mano que le compró al cultor Antonio “Torito” Contreras.  Coincidentemente en la oportunidad,  Manuel hace saber que este guitarrón es del mismo año y  mismo luthier de “Eloy”; Guitarrón de Alfonso Ureta, y que es don Segundo Tapia  de Puente Alto.  

A “Ayun”, le fue reconstruida su tapa que tuvo que repararse y hoy luce remozado con un distintivo mapuche en su boca que lo hace particular y que resalta lo ancestral, haciendo honor además a su nombre. Su padrino fue el reconocido y de largo camino principalmente en la paya chilena, Guillermo “bigote” Villalobos.

Después de esta nota distinta y emotiva y llena de simbolismos, continuó el encuentro con los diferentes juegos de improvisación,  que dicho sea de paso, son variados en cuartetas o décimas y que solo se realizan en nuestro país y que por supuesto le da un carácter identitario a los encuentros de payadores locales, comparados con otros países latinoamericanos.

Es así que después de todas estas facetas variadas de la Paya chilena, llegan las cuecas y los brindis. Brindis que son décimas originadas en chile y que hacen referencia originalmente a oficios, pero que hoy también incluye personajes y otros sentimientos creativos de los poetas; Cabe mencionar además que hoy, según cultores que han viajado fuera de nuestras fronteras, esta forma de décima, “El Brindis”, ya es producto de exportación, pues se está incorporando en otras naciones como parte de la poesía y de los encuentros.

Como en un comienzo, todos los cultores participantes,  son invitados al  subir al escenario y comienza la ronda de brindis entre las infaltables tres cuecas improvisadas que se han incluido en los encuentros de payadores en el último tiempo o décadas con adeptos y detractores.

Al son del punteo tradicional  de la guitarra que ejecuta Juan Carlos Bustamante, se une un piano que para suerte de los asistentes estaba en el lugar y donde Alfonso Ureta hace gala de su conocimiento musical uniéndose al ritmo de la primera cueca. Y comienza el canto con la “cueca de la escuela de Aguila Sur”. Y aparece un pandero y un par de platillos a unirse a la fiesta, luego palmas y animaciones que no pueden faltar. Y se viene la segunda con la interrupción del “aro aro aro”, para nuevos brindis, mientras se acomodan los cantores y cantoras para el orden de las estrofas de la cueca; primero la copla o cuarteta, luego la primera seguidilla, enseguida la segunda seguidilla y quien hará el remate, y suena en esta oportunidad “la cueca de los payadores”. 

Más Brindis y nuevos intérpretes para la última cueca improvisada del décimo encuentro de payadores de Águila Sur y que a estas alturas se ha unido un acordeón y se arma una verdadera orquesta para culminar la fiesta de nuestra danza nacional. Y suena finalmente la “cueca de los diez años”,  Aplausos finales, risas y algarabía. 

De regreso a la calma y al reordenamiento de los cantores, comienza a sonar el guitarrón con esos acordes que invitan al canto final y tradicional de todo encuentro de poetas y  payadores chilenos, y suena la despedida con la  entonación Rosa y Romero.

“Se ordena la despedida

La despedida se ordena

con alegría y sin pena, si ay que sí

Sin pena y con alegría, rosa romero y el alelí

nos veremos otro día

otro dia nos veremos

como el aromo crecemos

crecemos como el aromo

cantores chilenos somos, si ay que sí

Somos cantores chilenos, Rosa romero y el alelí”.

Aplausos de pie por parte del público presente, mientras los cultores se saludan y se dan el abrazo de despedida, rito que no puede estar ausente de un encuentro que se aprecie de tal. 

Después de aquella instancia de buenos deseos y agradecimientos por la jornada cumplida, desciendo rápidamente del escenario para recoger mis equipos de registro, pues debo regresar por mi gente, que deben estar esperando para volver a casa. 

Mientras tarareo la pegajosa melodía de la Rosa y Romero y cansado por la jornada extensa y  de estar en los frentes del poeta y del observador al mismo tiempo, y de un viaje largo y solitario de ida y vuelta, raudamente me encamino por la autopista acceso sur, rumbo al oriente de la ciudad, donde estaba predestinada la jornada de este día y que afortunadamente,  se pudo revertir.

Llevo un recordatorio de mi fugaz participación en el escenario, consistente en  un banderín de la jornada, semejante a aquellos banderines  que se intercambian por los capitanes al centro de la cancha al inicio de un partido de fútbol. Partidos de fútbol, que son de pantalón corto. En cambio el que acabo de vivir, fue con pantalón largo por su formalidad y por sus diez años;  pantalones largos que quisiera, (en lo formal), ver también en cada uno de los cultores que suben a un escenario, por humilde que este sea. 

Este partido en Águila sur, fue  con jugadores de aquellos que dominan muy bien la pelota de la improvisación, y con aquellos que recién la están conociendo, o  que están en la búsqueda de  dominarla mejor,  y en el futuro realizar malabares con el balón de la poesía. y quizás en algunos de los tantos partidos que se vengan, clavar un tiro en el ángulo de la rima,  o estando al otro lado del contrapunto, volar como un gran portero, para atrapar con un octosílabo perfecto, una décima con chanfle….!.

Aunque me perdí la cena final en el sueño del poeta, o  “el tercer tiempo”; siguiendo en un tono futbolero, con marcha constante en la poco concurrida autopista, enciendo la radio y me concentro en el tráfico que me lleva de regreso. 

Vuelvo cargado de nuevas y  buenas energías. Energías que servirán de escudo para enfrentar cualquier represalia, cualquier desaire, cualquier indiferencia u otro gesto de castigo, a mi llegada o en los días venideros.

Chugar Lopéz

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“Chugar” López

(Cuentro breve – por el curicano)

Suena la campana, es el último round de aquella colosal pelea por el título mundial. Rigoberto “Chugar” Lopez, avanza hacia su contrincante;  el invencible e invicto poseedor del cinturón de campeón mundial de la Asociación Mundial de Boxeo, John Simpson. 

El combate ha sido duro y  respira con dificultad a través de su protector bucal y mirando por el estrecho halo de luz que llega a sus ojos, ya casi cerrados por la inflamación de tantos golpes recibidos en 11 asaltos.  No está dispuesto a darse por vencido,  solo queda el último paso, el último round y los puntos; que según su rincón, le favorecen.  

Chugar sigue esquivando  ya sin fuerza  el repetido, y “resortístico yap” de izquierda del campeón mundial,  ese ”yap” demoledor que de cuando en cuando, le da de lleno en su maltrecha nariz. 

Una derecha que no alcanza a esquivar, le da de lleno su nuca, que lo estremece, pero va al frente como bestia herida.  Su derechazo mortal de vasta reputación, se pierde en el aire, dejando un silbido; pero no el del campeón  que cae como un mazazo en su flanco izquierdo, seguido de un boleo del monarca que le cierra definitivamente su ojo derecho. 

Entonces  oye aquellos gritos desde su rincón:

¡Tira tu derecha Chugar, tira tu derecha, guacho, hijo de puta…!

Entonces cierra los ojos y se abalanza con toda las fuerzas restantes, contra aquella enorme masa del negro John Simpson, que lo mira con su izquierda en ristre y con su puño derecho apretado a la espera de un descuido.  

“Chugar” López, nunca supo cuantos golpes lanzó y tampoco supo si alguno de ellos dio en el blanco, que paradojalmente era tan negro y brillante como el mismísimo betún virgínea. 

Luego de aquella andanada de golpes, en segundos todo oscureció y el griterío de la multitud se apagó, como todo se enmudece en un corte de luz, entonces, su mente con imágenes secuenciales y vertiginosas lo situaron en su infancia. 

Allí estaba mirándose revolcado y maltrecho, después de haberse enfrentado a tres compañeros de su edad; como le dijo a su madre, después que ella lo reprendiera, mientras que con la manga de su chaleco, se limpiaba ese líquido rojizo y tibio mezclado con sus lágrimas.  

-¡Pero Rigoberto, hijo, mira cómo vienes de nuevo. Otra vez te agarraste a golpes por ahí.  Cuando vas a aprender que por la vida no se anda dando puñetazos, hijo!.

-¿ Y esos maricones, cuando dejaran de decirme guacho y llamarte como te llaman?.

-¡Rigoberto, no hagas caso, tu sabes que quiero lo mejor para ti!.

-¡Si, Mamá, y yo también quiero lo mejor para ti, y te juro que cuando crezca seré el mejor boxeador del mundo, seré el campeón mundial y ganaré mucho dinero para llevarte a vivir lejos donde nadie te trate como esos maricas de mierda……..

Aquella fría bolsa de hielo en su frente lo hacen volver en sí,  luego una mano temblorosa le quitan el protector bucal y una toalla le limpian el rostro ensangrentado, entonces entre murmullos y gritos de euforia, es levantado en andas en medio de un  griterío ensordecedor y de los relámpagos plateados de las cámaras fotográficas:

-¡Chugar campeón…. chugar campeón.. chugar campeón….!

Mientras repasa con sus manos y nudillos atrofiados los recortes de diario y las revistas de aquella legendaria pelea del año 54, Don Rigoberto López, les comenta a los otros ancianos del asilo:

-¡Aquella vez ambos no dimos un derechazo al unisonó, en pleno  mentón con todas las fuerzas y caímos a la lona como dos sacos de papas, pero ese marica de John Simpson, no contaba con mi pegada de mula!, y no se levantó nunca más. 

Yo sin embargo a la cuenta de 9 ya estaba de pie bamboleándome listo para seguir tirándole derechazos a ese negro cabrón.!

– ¡Porque a mí nadie me llama guacho, hijo de puta…!, les decía.

El funeral

EL FUNERAL

(Cuento breve por El Curicano)

Saturnino Sánchez Sichel,  siempre fue reacio a los funerales, de hecho este era el segundo al que asistía por obligación lógica y que se hizo obligatorio al ver la cara de dolor y tristeza con que su mujer consolaba a los hijos aferrados a su vestido oscuro.  Siempre tuvo una razón de peso para no asistir a ellos y a todos los ritos que rodean la muerte. 

La experiencia que lo marcó para siempre, fue aquella vez a los 7 años cuando murió su padre de un certero y fulminante ataque cardíaco, a temprana edad y de forma inesperada,  ataque que no lo dejó ni siquiera despedirse de su madre y de él.  En esa oportunidad, fueron tres días con sus noches que su casa se llenó de gente extraña, con rezos lastimeros y cantos cristianos. 

Llegaron tíos y tías que jamás había visto y que al pasar frente a él,  acariciaban su barbilla con gestos penosos y le besaban la cara, dejándole ese aroma rancio, de tías pasadas a perfume y naftalina, confundiéndose con el saturado olor producido por los cirios encendidos y los arreglos florales.

Según su madre; en esos tres días,  no habló y no junto los ojos,  ni siquiera para pestañear, a tal extremo que su abuela con un algodón húmedo cada cierto tiempo le empapaba los ojos para evitar; según ella, que se le quedaran para siempre abiertos como huevos fritos y fijos en un horizonte inexistente.

El funeral fue al tercer día,  mientras todos se ocultaban tras sus lentes oscuros, él permanecía con sus ojos desorbitados mirando al frente cual guardia de palacio, impávido, y sin mover una pestaña. 

Al partir al campo santo,  tampoco pudieron sacarlo de su silla, permanecía tan aferrado a ella, que fue necesario llevarlo junto al féretro de su padre,  rodeado de coronas, un mar humano de gente con lentes oscuros que caminaba tras de él y de su padre. 

Al llegar al cementerio, los llantos de su madre se transformaron en gritos desgarrados que aumentaron mientras el cajón con los restos de su progenitor, bajaban lentamente afirmados por cuatro hombres que deslizaban con sus manos las sogas que ayudaban en aquel trance macabro. Mientras sus ojos no parpadeaban y su cuerpo se negaba a despegarse de la silla. 

Cuando aquel hombre de túnica blanca, habló de la muerte y la resurrección de la carne y cuando uno de aquellos tantos tíos aparecidos,  arrojó los primeros puñados de tierra a aquel foso oscuro con su padre dentro, sus ojos recobraron vida y como un resorte liberado después de tanto tiempo aplastado, dio un salto felino hacia el foso aún abierto y se aferró a aquel cajón de terciopelo y lloró todas aquellas lágrimas contenidas.

Según su madre, no hubo forma de sacarlo del foso, ni por los sepultureros; que al unísono saltaron para rescatarlo, pues una fuerza sobrehumana lo aferraba al ataúd, la misma que lo mantuvo pegado a la silla por varios días. Fue necesario volver a la superficie con féretro y con el pequeño Saturnino aferrado como lapa al cajón, para después de algunas horas; gracias a una dosis de tranquilizante,  lograron dormirle, y pudieron así separarlo de las manillas de bronce donde su padre dormía aquel sueño eterno. 

Esa es la razón que marcó la vida de Saturnino Sánchez Sichel. Desde entonces los funerales no son de su predilección, de hecho no fue al de su abuela paterna, menos al de tíos lejanos, ni al de compañeros de trabajo. Pero esta vez debe ir,   si o si,  y acompañar a su familia,  a sus hijos y a su madre, en un día tan triste y desolador para todos. Está la familia completa, amigos, compañeros de trabajo, incluso vecinos que apenas había saludado un par de veces.  

Solo  queda la esperanza,  de que su hijo menor, el más regalón, el más triste, no salte al foso cual felino y se aferre a las manillas de su ataúd, mientras los sepultureros, le arrojan las primeras paladas de tierra y todo se oscurece para siempre.

Fin.

Un apagón que alumbra

Un apagón que alumbra.

(Relato sobre el apagón general de Chile el 25 de febrero de 2025 – por El curicano)

 

El ruido de un generador de emergencia, con su sonido de camión destartalado, acompaña a muchos niños que como nunca se han volcado a la plaza. Unos van con sus padres, otros acompañados de los abuelos y en medio del gentío, se escuchan sus gritos entre juegos que incluyen carreras, saltos y risas. 

Algo poco común para esta plaza enclavada en medio de un villorrio que nació  en los años 90. Es por lo mismo que ya no hay muchos niños; los niños de entonces ya emigraron y vienen de vez en cuando, de pasada, de visita, con algún retoño, que juega en esta plaza casi solitaria. Por eso sorprende y llama la atención estas imágenes que son postales de una época pasada; incluso de una infancia más lejana, en tierras del sur, en medio del paisaje rural de mi infancia.

 Sin duda algo distinto invade el ambiente de la plaza, llena de niños y adultos jugando, que traen fugaces recuerdos, imágenes esperanzadoras,  que quisiera perpetuar, como en un retrato.

Todo comenzó alrededor de las tres de la tarde, cuando un apagón generalizado detuvo la vida de millones de seres humanos a lo largo y ancho del país. Algo indignante como diría el presidente en cadena nacional y quien convocó el estado de excepción, con toque de queda incluido a partir de las 22 horas, para evitar, entre otras cosas que quedara la mesa servida, para  la delincuencia desatada en el último tiempo. 

 Este hecho repentino, inesperado, paralizó el transporte subterráneo, ascensores, bancos y el comercio y toda una cadena de servicios dependientes de la energía eléctrica, esa energía que viaja a lo largo del país, por medio de un sistema central interconectado. 

Esto trajo calles con semáforos apagados, aglomeración en paraderos del transporte público, producto de la salida intempestiva de empleados y funcionarios de sus labores, de negocios que bajaron sus cortinas y cerraron sus puertas, sin luces en sus vitrinas, sin conectividad y sin herramientas para las transacciones digitales, y con una clientela que huye cual estampida para regresar lo antes posible a sus hogares. 

Por otro lado, servicios públicos como bomberos, carabineros y seguridad ciudadana, ayudan a rescatar personas de los ascensores y a organizar el transporte y la circulación de vehículos, donde conductores nerviosos e imprudentes se atraviesan e interceptan cada cruce de las grandes ciudades con semáforos apagados.

Ya en casa, después de sortear con una enorme cuota de fortuna la difícil movilidad, producto del apagón y con la incertidumbre de lo que ocurre. miro mi celular con 15% de carga y lo guardo en mi bolsillo, pues el sentido común, me recomienda reservar esa energía por cualquier necesidad urgente.

Son casi las seis, no hay radio, no hay televisión y las compañías de telefonía móvil presentan caídas producto de la pérdida de la energía vital, energía que mueve al mundo, mundo cada vez más dependiente e interconectado.

Más tarde cuando algo de información esclarece los acontecimientos, por los medios de comunicación que con sus generadores propios, se mantienen aún en pie, recomiendan el no abuso de las líneas telefónicas y el uso del celular; ojalá limitarse solo a la mensajería de texto para comunicarse, para no saturar la red.  Pero en estas situaciones caóticas que experimenta el país cada cierto tiempo, la mayoría de los ciudadanos, se salta estos consejos y actúa con el impulso de la incertidumbre y la histeria colectiva, tal como ocurre en terremotos u otras catástrofes.  

El sol ya se oculta entre las casas y edificios cercanos, no se escuchan los automóviles y autobuses a los cuales estoy habituado. Sin duda el motor del generador es más potente y se impone a cualquier otro sonido, como se impone la noche que se aproxima. Espero no tener que soportar ese ruido intenso semejante al de maquinaria pesada y propio de una faena minera, durante mi descanso forzosamente anticipado.

La noche se acerca lentamente con color grisáceo, color que oscurece con cada minuto que pasa, cerrando la ventana del día, como el pabilo de una vela que se queda sin el alimento esencial que lo mantiene erguido y vivo.

Aún se escuchan niños en medio de la penumbra y a jóvenes que también se asoman o se pasean por los pasajes como sonámbulos. Son caras casi desconocidas, prácticamente empujadas por la fuerza de las circunstancias a dejar la comodidad de sus sillones o cuartos junto a sus computadores o televisores.

Mientras continúo escuchando a niños felices y logro evadirme un poco del ruido oscilante del generador a petróleo, me transporto fugazmente a mi niñez y rememoro aquellas pichangas interminables en el camino polvoriento, hasta el anochecer o hasta el último gol gana todo. Último gol pactado en aquella competencia de carreras y trancazos, de empellones y risas, casi en penumbras con una parchada pelota de cuero. Gol eterno   que no quería llegar, tratando de perpetuar aquel sudoroso y emocionante juego de la infancia. 

 Más allá los padres junto a tías y vecinos conversaban, abstraídos de los distintos temas de la jornada o de la copucha de turno, casi en penumbra, al tiempo de las palmadas que cada cierto tiempo, dan al aire, para espantar a los molestos bichitos veraniegos; aquellos que esperan la partida del astro rey, para salir con su artillería puntiaguda.

En la cocina, sobre el tostador, he dispuesto un par de humitas que se calentarán a la antigua, como antaño, emitiendo aquel olor de hoja de choclo recalentada y quemada; olor que en segundos me trasladan al antiguo ceremonial de la confección de aquel manjar con aroma de maíz y albahaca; fragancia que también recuerdan a mi madre que las preparaba con ese talento adquirido en años cocinando los tesoros que da la madre tierra. En esa instancia, tampoco podía faltar el acompañante inseparable de las humitas, el tomate. Ese de color rojo pálido, fragante y jugoso que se recogía de la huerta. 

Pero mi madre, por las humitas, tenía otro gusto irresistible; las prefería dulces y crocantes, bañada de aquellos blancos cristales granulados; cristales que ayudarían a pasarle la cuenta antes de los 50 años.

Entonces me veo en la juventud, girando el molinillo con energía y rapidez, el que se afirma apernado en un extremo de la mesa cubierta con un mantel de hule,  el torso descubierto para presumir mi incipiente musculatura en vías de desarrollo, dando gala de mi maestría y fortaleza,  primero con el brazo izquierdo gira que gira, mirando mis escuálidos bíceps, luego con el derecho,  mientras el jugo exprimido del choclo picado,  cae en el recipiente dispuesto en el piso y que escurre de la molienda.

Mi madre experta, ya ha apartado y pareado las hojas precisas que recibirán el choclo molido y las amarras con las hojas más resistentes, esas que abrazan la cintura de estás damas verdosas, que una vez envueltas y listas se sumergen en el fondo de agua que hierve sobre el fogón. 

Termino mi tarea de moledor, salpicado en cara, pecho y piernas con el almidón del maíz triturado.  En un recipiente queda la pasta amarillo pálido con toques verdosos de la albahaca que también fue víctima de mis aspas musculosas.

De vuelta al mundo terrenal, he dispuesto las dos humitas en un plato, las he despojado de sus vestiduras tostadas y olorosas, y en otro recipiente he puesto el tomate en trozos generosos, bañados de aceite y sal abundante. 

Estoy casi en penumbras alumbrado apenas por la tenue luz de una lámpara de emergencia que no se usaba desde el último apagón del invierno pasado.

Me dispongo a cenar en esa noche quieta, distinta, sin el brillo artificial de las luminarias y llena de viajes imaginarios que se suceden cual diapositivas en aquel ambiente casi en penumbras. Aquella cena rememora el pasado, ese pasado alumbrado con velas o “chonchonas” en silencio; Pasado que emerge por instantes como ahora, con el juego de los niños en la plaza, con la presencia de familias completas paseando, con el aroma de las humitas recalentadas cargadas de nostalgia y el apagón inesperado, ese que, paradojalmente, nos da luces de nuestra fragilidad. 

Este apagón de improviso como diría un payador,  de alguna manera, “desenchufa”, las vidas de tantos seres humanos, «electrodependientes», que más bien, sobreviven, conectados a los aparatos electrónicos,  sin tener un malestar físico, una enfermedad o una dependencia vital. Aunque tal vez sí, impuesta por el lado oscuro de la tecnología.

Entre tanto en la plaza, algunos, vuelven a la vida y gozan de la libertad, otros descubren imágenes de estrellas en el cielo de la ciudad, esas que escasamente se ven en días «normales». Otros liberan sus recuerdos almacenados, que también salen a la plaza de la memoria.

De vuelta en la mesa, selecciono el primer trozo de humita y me dispongo a sumergirlo en el viscoso jugo del tomate con exceso de aceite, justo al momento que se escucha un grito eufórico de la multitud, como en un concierto de un artista mediático, como hinchas de un equipo popular, o como cuando hacíamos el último gol gana todo, en nuestras pichangas interminables.  A la algarabía, le suceden destellos y relámpagos de luz.

Rápidamente, me dirijo a la ventana y veo las luminarias de la plaza que se encienden una tras otra. Al mismo tiempo que aquellos visitantes circunstanciales, se escurren velozmente, como el jugo del choclo en el molinillo, por los distintos pasajes, gritando; llegó la luz!. llegó la luz!.  

Y la luz se hizo…. 

Después de un instante, vuelvo a la mesa y a la cena interrumpida, saboreo lentamente aquellas formas acinturadas de las primeras humitas de este verano; ya no escucho el ruido de camión viejo que emite el generador, ni a los niños en la plaza, tampoco es necesario la luz de aquella lámpara de emergencia sobre mi cabeza. 

He degustado la primera humita mezclada con el tomate; tomate que no es el mismo de los recuerdos, no tiene el aroma, ni el color rosado, ni el sabor del jugo generoso con que se nutre en la huerta, junto a pimentones y ajíes amarillos. Claro, la huerta fue cambiada por frigoríficos donde ingresan casi sin madurar, para permanecer por largo tiempo sin ver el sol que los nutre.  En contraste con estas primeras humitas del año, humitas que sigo saboreando pausadamente, y viajando al mismo tiempo al pasado con cada mordida.  

Sin duda el sabor de la humita no ha perdido su esencia y su gracia, y es obvio, soy un privilegiado; tengo la fortuna que las manos que prepararon estas maravillas, está a mi lado y tiene la experiencia y la delicadeza de quien conoce los secretos más íntimos de la cocina del campo.  Esa que aprendió y desarrolló allí cerca de la huerta, donde crece el choclo, el pimentón y la albahaca. 

Mi plato y la plaza, están casi vacíos; la memoria vuelve a su baúl, como un álbum de fotografías que vuelve a su lugar entre los libros o un cajón del estante o de una repisa. Memoria que se activará seguro, con otro hecho circunstancial o que escape de toda “normalidad“, o toda rutina.  

Finalmente, cubro de cristales granulados el último trozo de humita, lo baño con el jugo de tomates restante, y lo mastico lentamente, cerrando los ojos. 

Como lo hacía mi madre.

Plantar un árbol

plantar un árbol

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PLANTAR UN ÁRBOL.  (Por El Curicano)

 

Hay una frase muy conocida que dice: “ plantar un árbol,  tener un hijo y escribir un libro”. 

Algunos la definen como una expresión popular que sugiere tres acciones que pueden aportar significado y trascendencia a la vida. Plantar un árbol representa cuidar el entorno, tener un hijo simboliza la creación de una nueva vida y la perpetuación del legado familiar, y escribir un libro implica compartir conocimientos, ideas y emociones con el mundo, dejando un rastro tangible. 

hay proverbios que dicen por ejemplo en la biblia 

“Los árboles no sólo son fuente de alimentación sino por su belleza” (Génesis, 2:8).

Un proverbio chino que dice:

”Una generación planta los árboles y otra recibe la sombra”.

También hay un antiguo proverbio griego que dice:

“Una sociedad crece cuando los ancianos plantan árboles en cuya sombra saben que nunca se sentarán”.

El árbol simboliza el ciclo natural de la vida, la muerte y el renacimiento. Cada estación refleja un proceso de transformación, crecimiento y renovación, recordando a las personas que la vida es un movimiento constante.

Por otro lado, Jesús declaró que el reino de los cielos es como un árbol, en la parábola del grano o pepita de mostaza,  (Mateo 13:31-32). 

Lo único que Jesús dañó fue un árbol, en la historia de la higuera que maldijo por no tener higos (Marcos 11:12-14, 20-21). 

Y lo único que podía matarlo era un árbol.  En ese entonces después de resucitar, lo confundieron con un jardinero (Juan 20:15).

Bueno, pero sobre el árbol y su significado tenemos un bosque de información, de distinta índole, de distinta creencia, como quien dijera, “de todo hay en la viña del señor”, o en este caso, “en el bosque del señor”.

Hoy me quedo con el  primer enunciado de la primera frase y de las etapas o acciones que se definen en ella.

En ese sentido ya he pasado por las dos primeras etapas. 

Ya tengo hijos, inclusive nietos, y ya he plantado un sin número de árboles y de distinta especie;  nativos como este;  también frutales como los innumerables manzanos que planté como campesino en un fundo en el sector de la higuerilla, camino a sagrada familia,   comuna de la provincia de Curicó, mi tierra natal.  Allí,  siendo apenas un mocetón de 18 o 19 años, trabajando casi de sol a sol  con un sueldo de miseria, planté mis primeros árboles.  

Están aquellos otros que me regaló mi madre cuando obtuve la casa propia, la cual después de 20 años y de dividendos de usura por parte de una hipotecaria inmoral. Hicimos nuestra. Gracias a Dios.

Los regalos de mi madre fueron un limonero y un naranjo. El limonero solo acompañó al naranjo unos 5 años, dando frutos deformes, a pesar de todos los cuidados, como la poda, el abono en sus raíces, con las técnicas aprendidas en los huertos por allá por los años 80, o también con la sabiduría o creencia popular de darle con un cinturón , guascazos en la noche de San Juan. 

Pero el naranjo permanece en el mismo lugar, lleno de vida como el recuerdo de mi madre, dando cada año naranjas hermosas, jugosas, dulces, a pesar de sus más de 25 años.

 

Luego planté un damasco que creció generoso y se elevó por sobre el techo del cobertizo. Ha debido soportar podas para controlarlo en su crecimiento y mantenerlo a raya, y sigue generando frutos de color anaranjado, que aportan caroteno y buena fuente de Vitamina C, ácido fólico y algunos minerales como potasio. 

Es quizás por su origen asiático que el damasco se adapta a cualquier suelo, a cualquier clima, a cualquier idiosincrasia, a cualquier economía. No le afecta el medio en que se asienta para generar frutos.

Coincidentemente, hoy por la mañana he bebido un gran vaso de jugo de damascos, de aquellos que en verano recogí subiéndome al cobertizo, y que luego fueron guardados en bolsas con la expertíz de mi compañera, que luego con la misma expertíz cada cierto tiempo, en otoño como hoy,  saca algunos de la inmovilidad de la congeladora, y los prepara para convertirse en sabroso jugo viscoso y refrescante.

Como ven cada árbol de los tantos que he plantado, tienes su origen , su significado y este,  el que acabo de plantar,  también. 

Este es un árbol que lleva más de un año sobreviviendo en un macetero. Sobreviviendo como lo hacen los seres humanos en un departamento estrecho, que les impide el desarrollo o el crecimiento y de alguna manera la libertad. Ya era tiempo de darle esa libertad para que crezca sin limitaciones, sin restricciones, para que le de sombra a otras generaciones y en una década más o menos,  sirva para que las cuculíes hagan sus nidos y se comuniquen y se enamoren con sus trinos lastimeros,  o simplemente para que una mascota levante la pata con elegancia y satisfacción.

El Quillay  (Quillaja saponaria) es un árbol de crecimiento relativamente rápido. En tres años puede alcanzar una altura de 2,5 metros y en este espacio con suficiente luz solar y agua,  aunque sea clorada,  le dará un mejor “estándar de vida”, vida que se merece, conociendo su origen y significado.

El quillay, árbol nativo, que en edad madura entrega una corteza generosa y que después de dejarlas en remojo, su agua resultante se transforma en detergente natural. Este detergente natural se ha usado por siempre desde nuestros pueblos originarios, el mismo que usé para lavarme el pelo en mi juventud en aquellos tiempos en que no existían tantos productos o champús  con nombre de un pariente,  o con jaleas de alguna realeza. 

Quizás gracias a ello nunca  he perdido pelo y seguramente llevaré mi frondosa cabellera hasta mi viaje final, facilitando en ese entonces el trabajo a la funeraria de turno.

Este hermoso quillay que espero ver crecer; viene de los cerros de Águila sur, localidad que está cerca del paso de angostura, precisamente al sur de la región metropolitana.  

Allí fue recibido como un regalo y recuerdo del noveno encuentro de poetas populares y payadores de Águila sur 2024, y que se realizó en febrero de ese año, en el sueño del poeta. Allí también fue adoptado con cariño y con respeto.

Este quillay es también un símbolo de amistad y principalmente de vida. Vida que se debe cuidar, como se cuida la identidad, como se cuida lo nativo, como se cuida la tradición, como se cuida la poesía y como se cuida lo que queremos.  Conceptos  que me gustaría ver crecer y desarrollarse fuertes, sanos y libres.

Allí quedarás quillay,  en la plaza frente a la casa de este poeta.  Con más aire. Con más sol. Con más presencia, Con más reconocimiento de lo nuestro. Como se reconoce y valora en la ruralidad.  Desde hoy  puedes crecer quillay, en lo urbano con libertad y con orgullo.

Al mirar lo andado y pensando en la frase que abre este relato. Reflexiono y pienso. «Ya he tenido hijos libres». «Ya he plantado árboles libres». Solo me queda escribir el libro. Libro que nació conmigo y cuyas páginas han ido creciendo en número,  con cada experiencia, con cada amistad, con cada enemigo, con cada caída, con cada levantada y con cada creación.  

Me enorgullece haberte plantado, Quillaja saponaria.  Te cuidaremos con respeto. Te protegeremos de la cortadora de pasto, para que no cercene tu  noble tallo. Te salvaremos del niño impetuoso que quiera quebrar tus ramas. Te regaremos con entusiasmo para verte brillar.   De vez en cuando,  te miraré desde la ventana,  mientras abro las hojas del libro interior; Hojas que ya quieren liberarse, hojas que quieren sentir la brisa y sentir el sol, como tú.

FIN

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